lunes, 13 de marzo de 2017

Flamenco, trabajo social y educación


Esta vez, se trató de una cosa académica. Es precisamente una de las dimensiones que venimos trabajando en esta Peña. En esta ocasión, organizó la actividad, junto a nosotros, la coordinación de la asignatura La Cultura en Andalucía como Contexto para el Trabajo Social, que lleva nuestro compañero (es socio de la Peña) el profesor Agustín Coca, a quien agradecemos su esfuerzo. El tema genérico fue qué puede aportar el flamenco al Trabajo Social y la Educación Social, y específicamente, en un barrio marginado como, en este caso, el Torrejón, en Huelva. El ponente, Joaquín Martín, la persona más cualificada por experiencia, tenacidad, planteamientos, conocimiento, actitud, y capacidad para escuchar.
Se trató de una actividad dirigida al alumnado de Trabajo Social y del Doble Grado de Educación Social-Trabajo Social. Empezó la cosa con mal bajío. Resulta que el Paraninfo estaba ocupado. Un error en la cadena de reserva de espacios, que seguro que no volverá a ocurrir, porque de todo se aprende. Tuvimos que trasladarnos a un aula grande, con capacidad para 130 personas. Pero allí fue imposible, porque había 200 asistentes. O nuevo traslado, o nos perdíamos el acto. Gracias a la mediación de uno de los responsables de espacios, pudimos por fin hacerlo en el aula más grande, con capacidad para 190 personas. Pero esos impedimentos se quedaron en anecdóticos, ante la exposición de Joaquín. Por cierto, nuestra amiga la enorme cantaora y bailaora Maite Olivares, con su gran interés por los temas educativos y sociales, nos honró con su presencia. ¡Gracias, Maite!



Lógicamente, no la vamos a resumir. Pero sí queremos incidir en un par de ideas, de las muchas y muy buenas que salieron, completamente necesarias para una intervención social en condiciones:
· Desprenderse de todo prejuicio etnocéntrico, androcéntrico y de cualquier tipo.
· En relación con lo anterior, y dando un paso más, no ir con fórmulas preestablecidas. Por el contrario, hay que sumergirse en la realidad, dispuestos a entender a fondo la voz, los códigos, los valores, los problemas, las alternativas, de esas personas.
· Otra, siguiente paso a partir de lo anterior: intervenir desde las pautas culturales del propio grupo.
Y ahí ha entrado el flamenco en su práctica como educador de calle. Los resultados, lentos pero completamente positivos; las luchas, por todos los frentes. Sobre todo eso y más pudimos aprender. Para los estudiantes, la actividad estuvo llena de ideas, de amplitud de miras, y estimuló el interés por el trabajo bien hecho, desde la práctica de Joaquín y su forma directa y clara de comunicar. Otra cuestión, muy importante: fue llamando a las cosas por su nombre, lo que no suele hacerse.

Gracias, Joaquín. Los asistentes pudimos crecer. Y otra cosa, no menos importante que lo anterior: ¡seguimos en contacto contigo!

2 comentarios:

  1. Me parece un campo de trabajo apasionante. Ojalá haya iniciativas similares en otros lugares. Gracias a la peña por darle visibilidad.

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  2. Afortunadamente hoy existe un mayor conocimiento de la importancia que tiene el trabajo socioeducativo de los profesionales que trabajan con colectivos en situaciones de marginación. El Educador, estableciendo relaciones con los individuos, es capaz de que un grupo se promocione culturalmente, iniciándose así un proceso de reflexión en el propio grupo que les llevará a unas relaciones interpersonales basadas en la amistad y en la posibilidad de un cambio solidario o en la forma de actuar para que las situaciones injustas o carenciales tengan una respuesta desde la comunidad o el asociacionismo. El rola del Educador será, pues, generar procesos de participación cultural, esto es, toma de conciencia, relaciones humanas y resolución de problemas. El Educador se convierte de esta manera en un militante de cambio social, a través de la dinamización de personas, grupos y colectivos.

    El Educador de Calle es un técnico que resocializa inadaptados sociales, a nivel individual reeducando, reinsertando y previniendo conductas tipificadas como desviadas; a nivel colectivo realizando un cambio de las condiciones sociales que perpetúan la marginación.

    El Educador de Calle anima las posibilidades que todo individuo posee, promoviendo relaciones productivas. Pero precisa de unas inquietudes, de disponibilidad y de recursos personales e institucionales para llevar a cabo su tarea transformadora. A nivel personal, su preparación debe partir de la realidad que se palpa y en la que se actúa, pero sobretodo de la práctica cotidiana, del quehacer diario entre chavales y otras personas que reclaman su atención. El Educador debe ser una persona coherente con su forma de ser, pensar y hacer, que opta por el compromiso de transformar la realidad por medio de un acompañamiento afectivo y efectivo que favorezca el crecimiento integral de la persona.

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