viernes, 29 de marzo de 2019

VIII Jornadas Culturales del Aula Abierta de Mayores de la UPO - Segunda sesión

Fue una fiesta. Del flamenco y de la Peña, del Aula Abierta de Mayores y de la UPO. El pasado 27 de marzo, en el paraninfo, volvimos a participar en las VIII Jornadas Culturales del Aula Abierta de Mayores de la Universidad Pablo de Olavide. El público que asistió al prodigio y que participó activamente de él fue alumnado de Aznalcóllar, Gerena, Gilena, Gines, La Puebla del Río y Pedrera. También otras personas, incluidos nuestros excelsos socios Paco García y Manuel González.

El listón había quedado muy alto el lunes anterior (véase la correspondiente croniquilla en este blog), pero resulta que, entre el lunes y el miércoles, hemos sembrado. El eslogan fue el mismo que el del primer día: “El flamenco, más vivo que nunca”, con palabras del presidente de la Peña. Y, como el lunes, lo demostramos a través del arte: la gracia, la fantasía, el ingenio, el oficio, la entrega, la emoción, la delicadeza, la fuerza, la sorpresa… Ahora, con Juan Tomás de la Molía al baile, Armando Mateos al cante, y Alberto López a la guitarra.
 

Era a la hora de la siesta, y empezó Alberto solo, por granaínas. En contra de lo previsto, la gente reaccionó poniendo las antenas al máximo. Siguió el baile, por soleá por bulerías, que remataron por bulerías. Después Armando hizo fandangos de Huelva y bulerías, para dar paso de nuevo al baile, ahora por cantiñas. Ante la insistencia del público, hicieron un “fin de fiesta” por bulerías.

Alberto nos transportó a la belleza pura con las granaínas, llenas de sensibilidad, soñando con La Alhambra. Anuncio exquisito de lo que estaba por venir. Armando nos deleitó con una entrega tal que levantó al público. Preciosos su homenaje a Camarón, y su recuerdo de Pansequito. Una voz flamenquísima, sostenida, pletórico de compás, perfectamente compenetrado con Alberto y, cuando hubo baile, con Juan Tomás. Y volcando su personalidad, que es mucha; creativo desde lo clásico.
 
 
Si todo fue una sorpresa, lo de Juan Tomás, jovencísimo, fue brutal. Elegancia y fuerza, el cuerpo como alado instrumento de percusión, sobre una tabla relativamente pequeña, con unos pies prodigiosos, estampas impresionantes, torería, pura torería. Se hablará mucho de él, no me cabe duda.
 
Y Alberto. Alberto aúna el primor técnico, una sensibilidad asombrosa, la fuerza, la emoción plena, la sabiduría acompañando, el compás, el conocimiento a fondo, fraseos portentosos, un toque solista que enamora. Con un discurso propio y con raíces. No es habitual. He visto todo eso junto solo en unos pocos guitarristas geniales. Ahí está Alberto.
 

Esta croniquilla es subjetiva, pero digo la verdad del corazón y de la razón, que en realidad viajan juntos. Como artistas, brutales. Y como personas, de categoría, como son los flamencos de verdad. Queda en la memoria de los asistentes, y seguro que estarán de acuerdo con lo que digo. Vaya dos jornadas, otra vez, memorables. Manmen, Maite Olivares y David Roldán el lunes, y Juan Tomás de la Molía, Armando Mateos y Alberto López, el miércoles. Lunes santo y miércoles santo. Gracias al Aula Abierta de Mayores, al Vicerrectorado de Cultura, a los artistas, al público sabio que nos acompañó y, de forma muy especial a Kaveh, por quien fue posible este nuevo milagro.
 

La próxima, el día 2 de abril en Capitanía, donde el año pasado la liaron Carmen Young, Juan Villar hijo y el propio Alberto López. Repetirán, por petición expresa del público que los vio el año pasado. Y con el refuerzo de Beatriz Cruz de Alba.
 
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña

jueves, 28 de marzo de 2019

VIII Jornadas Culturales del Aula Abierta de Mayores de la UPO - Primera sesión

El pasado 25 de marzo la Peña participó en las VIII Jornadas Culturales del Aula Abierta de Mayores de la Universidad Pablo de Olavide, cerrando la sesión de ese día. Estas Jornadas se dedican al tema “Objetivos de desarrollo sostenible: Un análisis desde la perspectiva de las personas mayores”, y el alumnado es gente mayor, admirable, que procedía de Alcalá de Guadaira, Bormujos, Mairena del Alcor, Salteras y Santiponce.


La actividad tuvo lugar en el paraninfo, donde además del alumnado del Aula observamos la presencia de gente joven. Presentó el acto el presidente de la Peña, que habló sobre la misma y explicó algunas cuestiones sobre el flamenco. Después vino lo bueno, con Maite Olivares al cante, La Manmen al baile y David Roldán (2º Premio Talento Flamenco en guitarra de acompañamiento en 2017) a la sonanta. Kaveh Nassehi finalmente no pudo asistir por causas ajenas a su voluntad.


Abrió David con un solo por rondeñas, envolvente y delicado, formidable de técnica y de personalidad. Luego salió Maite, que es la profesora de cante en la Peña, cantando nada menos que por bamberas, lo que no suele hacerse mucho en los escenarios. Dentro de lo clásico, pero con un remate original, con melismas llenos de energía, con riqueza de matices, mostró que es una gran cantaora. Se lució después por cantes mineros: Por minera y por levantica de Encarnación Fernández, estuvo sencillamente espeluznante, como tienen que ser estos cantes.


A continuación, el contraste, con unos tangos extremeños, tan gitanos, que interpretó con extraordinaria gracia y conocimiento (y nos hizo recordar a Juana la del Revuelo, a Camarón…). En los tangos entró La Manmen, para acompañar a las palmas y jalear. Después, para cerrar un repertorio de cante alante exquisitamente elegido, Maite se entonó por fandangos de Huelva. Los inició con una voz de terciopelo que luego se hizo fuerza directa, de la brisa al corazón. Largueza y sentimiento.


El baile de Manmen fue por cantiñas de Cádiz (a la memoria nos trajo Maite, entre otros, al gran Antonio el Chaqueta). Un baile que fue subiendo de tono y de nivel hasta alcanzar la máxima expresión con los desplantes y el sorprendente taconeo, con la expresividad de las manos y del rostro de la bailaora. Terminaron por bulerías de Cádiz, con Maite sin micro y dándose sus pataítas llenas de arte (¡que es también bailaora!). El público pidió más, y allá que fueron por bulerías, todo espontáneo aunque con perfecta coordinación, pues ahí están la maestría y tablas de ambas, y el gran saber hacer de David (atención a él).


Hicieron emocionarse y disfrutar a la gente. Fue una fantástica velada, que queda para los anales de la Peña. Muchas gracias, Maite, Manmen, David. Las hacemos extensivas también a Julia, Teresa y demás responsables de la magnífica institución que es el Aula Abierta de Mayores de la UPO.
Lo próximo, otra actuación en estas mismas Jornadas.
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña

martes, 26 de marzo de 2019

Conferencia de Carmen Pulpón y actuación posterior

El pasado viernes 22 de marzo, dentro de las actividades de nuestro IV Ciclo “Las mujeres como transmisoras del Flamenco”, la investigadora Carmen Pulpón nos habló sobre las bailaoras sevillanas de la etapa comprendida entre mediados de los años 50 y principios de los 80, tema que ha analizado en profundidad en su tesis doctoral. La conferencia sorprendió a todos los presentes, por la gran cantidad de datos desconocidos y de enorme interés que aportó.


Carmen es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla, e hija del famoso representante de artistas Antonio Pulpón y de la bailaora Maite Jiménez. Esta circunstancia le facilitó enormemente su trabajo, pues gran parte de las artistas participantes en el estudio habían sido representadas por su padre y tenían con la investigadora unos lazos que ella definió como familiares. Por tanto, todas le abrieron su “cajón de los recuerdos” y le contaran cosas que a otra persona no le habrían confesado.


Su tesis doctoral tiene como sujeto de estudio a un grupo de mujeres nacidas en las décadas de 1940 y 1950 en la capital hispalense y su entorno, que se dedicaron profesionalmente al baile flamenco -en ciertos casos, hasta su jubilación, y en otros, con trayectorias truncadas por diversas razones-. El análisis se centra en los aspectos socio-laborales y de género que condicionaron el desarrollo de su actividad y aborda específicamente cuestiones como las estrategias que idearon para afrontar su aprendizaje y su acceso a la profesionalización.

 
Carmen nos contó que la idea de llevar a cabo esta investigación surgió cuando tomó conciencia de la escasa atención que los estudios flamencos han prestado hasta la fecha al análisis de las razones e implicaciones de la feminización que existe en el baile flamenco profesional. "Esto no quiere decir", precisó, "que no haya estudios sobre el baile y las bailaoras flamencas, pero la mayoría de ellos, o se centran en aspectos puramente técnicos o son biografías de artistas de renombre; y, por lo general, obvian que el baile es un trabajo y que las bailaoras son un colectivo laboral".

Asimismo, Pulpón nos aclaró que también decidió poner en marcha este proceso de estudio por un motivo mucho más personal: como ya hemos apuntado, su madre fue bailaora y la investigación le ha servido para acercarse a ella de una manera diferente.


Su trabajo nos puede ayudar a comprender cómo fue la trayectoria de estas bailaoras, que, a pesar del papel crucial que tuvieron en la expansión y dignificación artística del baile flamenco durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, no fueron lo suficientemente reconocidas.

Carmen nos recordó que, por ejemplo, en 1972, momento culminante de la carrera de la mayoría de estas bailaoras, más del 70% de las personas que se dedicaban de forma profesional al baile flamenco eran mujeres y que, según datos recogidos del propio Ministerio de Hacienda, en la mayoría de los casos tenían mayores retribuciones que los bailaores, salvo figuras puntuales de la época.


Su hipótesis es que estas bailaoras forman un grupo generacional con unas dinámicas de aprendizaje y de acceso a la profesionalización muy diferentes a las de las bailaoras actuales y que, en cierto modo, son mujeres que, gracias a esta actividad, lograron un grado de independencia económica del que pocas de sus coetáneas pudieron llegar a disfrutar.


Hay que tener en cuenta que comenzaron su carrera en un momento -las décadas de 1950 y 1960-, y un contexto económico y socio-cultural de la posguerra, en el que el número de mujeres con empleo era muy escaso. La mayoría de ellas era de origen humilde y, en casi todos los casos, sus madres -por lo general, amas de casa- fueron fundamentales para que su afición / vocación por el baile pudiese cuajar y, finalmente, convertirse en un oficio.


La formación inicial de estas bailaoras fue muy heterogénea y, casi siempre, de índole no formal, -academias de baile- e informal -aprendizajes adquiridos en el seno de la familia, en los ensayos y actuaciones sobre los escenarios solían completar esa formación cuando ya eran profesionales-.

Algunos de sus primeros maestros fueron Enrique El Cojo, Adelita Domingo, Eloísa Albéniz o Antonio Caballo. Posteriormente, cuando Matilde Coral abrió su primera academia, casi todas acudieron a continuar su aprendizaje con la maestra sevillana. Cabe mencionar que la importancia y duración de su aprendizaje en estas academias es porcentualmente mucho mayor en las bailaoras que no contaban con antecedentes artísticos familiares.


Hay que tener en cuenta que en esos años existía una gran demanda de bailaoras y que desde muy jóvenes empezaron a trabajar en tablaos, salas de fiestas y teatros. De hecho, es ya actuando y viendo actuar a otras compañeras como estas bailaoras realizan gran parte de su aprendizaje. Un dato que confirma este hecho es que la mayoría de ellas obtuvieron el "carné de artista", que expedía, previa realización de una prueba de aptitud, el Sindicato Nacional del Espectáculo. Curiosamente, en la tipología de grupos de disciplinas artísticas que contemplaba este sindicato para expedir sus certificados, a las bailaoras flamencas se las incluía dentro del epígrafe de "Circo, variedades y folclore", con la especialidad de "bailaora”.


Según Pulpón, en esa época estaba en pleno auge el mairenismo o neoclasicismo flamenco, en el que el baile de mujer era un baile de cintura para arriba y de mucha menos exigencia técnica que el que se impondría a partir de los años ochenta, que es, justamente, cuando la mayor parte de estas bailaoras se retiran.

 
Su prematuro acceso a la profesionalización (algunas de ellas, como Carmen Montiel o Manuela Carrasco, ya actuaban en tablaos con apenas diez o doce años de edad) hizo que estas bailaoras tuviesen que madurar muy rápido. En cierta medida, en un principio se las seleccionaba principalmente por su gracia, su belleza o su don de gentes.

A menudo, en los montajes y espectáculos en los que participaban, el flamenco convivía con otros bailes folclóricos y del repertorio clásico español. Esto hizo que proliferaran las parejas de baile, algunas de las cuales alcanzaron una gran notoriedad y se mantuvieron en activo hasta las décadas de
1970 y 1980. También se potenció la creación de estas parejas con una intención paternalista y moralizante, pues permitían que las bailaoras estuvieran acompañadas -y protegidas- por un hombre de confianza.


En este sentido, también era muy habitual la presencia de las madres de las bailaoras, que, al mismo tiempo que las ayudaban en los temas logísticos, podían tenerlas controladas "y, si se terciaba, pegarse también una buena fiesta, realizar viajes, impensables para la época, y salir del papel de ama de casa", añade Carmen Pulpón.

Uno de los viajes al extranjero por motivos profesionales que más han citado las participantes en el estudio fue el que realizaron varias de estas bailaoras a la base estadounidense de Guantánamo entre los años 1966 y 1969, coincidiendo con los años centrales de la Guerra de Vietnam. Allí permanecían durante unos seis meses en una situación de semi-aislamiento. Se las segregaba por sexo y apenas tenían contacto con el personal de la base más allá de las actuaciones: dos pases diarios, uno para los soldados y otros para los oficiales. Esto propició que se generaran entre ellas vínculos afectivos muy fuertes. Además, estas expediciones estaban muy bien remuneradas y "les sirvieron para tener, al regresar, el piso ya pagado". El artífice de estos contratos en la base de Guantánamo era William Licht, un judío superviviente del campo de concentración de Mauthausen, que, tras su rescate, trabajó como gestor cultural para el ejército norteamericano.

 
Todas estas circunstancias propiciaron, por un lado, que entre las citadas bailaoras se desarrollara una suerte de solidaridad femenina y, por otro, que buena parte de sus relaciones sociales se establecieran con personas de la profesión. "Por ejemplo", subrayó Pulpón, "muchas se terminaron casando con compañeros de trabajo, curiosamente más con guitarristas y bailaores que con cantaores. También hay varios casos de bailaoras que se casaron con extranjeros a los que habían conocido actuando en los tablaos o durante alguna gira".


La vida laboral de estas mujeres estuvo marcada por la informalidad. El trabajo, sobre todo desde finales de los años cincuenta hasta mediados de los años setenta, abundaba y, por lo general, estaba bien remunerado. Según datos oficiales de Hacienda del año 1972, la retribución media de estas bailaoras cuadruplicaba el Salario Mínimo Interprofesional, y eso sin contar los ingresos extras que para ellas representaban las fiestas privadas en las que, a menudo, actuaban tras bailar en los tablaos.

Eso sí, los gastos derivados del ejercicio de su profesión eran muy elevados. Debían cuidar mucho su vestuario (no sólo el de sus actuaciones, también su vestuario de calle, pues, con frecuencia, tenían que alternar con "personas importantes") y la movilidad era enorme. Además, no era raro que tuvieran que destinar buena parte de sus ingresos a mejorar las maltrechas economías de sus familiares más cercanos.


A ello habría que añadir que, por la propia naturaleza del oficio (trabajos improvisados en los que las avisaban de un día para otro, giras cuyo programa se iba reconfigurando sobre la marcha, arbitrariedad en la contratación, alternancia de temporadas con una alta actividad laboral y otras casi sin actividad...), sus cotizaciones fueron muy irregulares, lo que ha propiciado que la mayoría de ellas, al jubilarse, se hayan quedado con pensiones muy bajas.

 
A este respecto, Pulpón señala que la inestabilidad y la movilidad, con todas las implicaciones que conllevan (entre otras, la dificultad de conciliar la vida laboral con la vida familiar y, especialmente, con la maternidad), son identificadas por estas bailaoras como los principales inconvenientes de su profesión. No obstante, ellas consideran que su oficio también tenía numerosas e indudables ventajas: les proporcionó independencia económica, haciendo algo que, además, les gustaba; les permitió conocer a personas importantes y viajar por el mundo; les posibilitó vivir en un ambiente distendido e informal, disfrutar del reconocimiento del público y de una gran sensación de libertad.


Aunque se trata de bailaoras con personalidades artísticas y características técnicas muy diferentes, lo que todas tienen en común es que siempre han concebido el baile como algo que forma parte intrínseca de sus vidas. Pulpón considera que se las puede dividir en dos grandes grupos: bailaoras de trayectoria larga (algunas llegaron a estar en activo hasta la jubilación) y bailaoras de trayectoria truncada. Cada uno de ellos se podría dividir, a su vez, en tres subgrupos principales: en el primer caso, grandes figuras, figuras consolidadas y profesionales intermedias; y en el segundo, bailaoras que, tras abandonar la profesión, se dedicaron a la enseñanza del baile, a otras actividades vinculadas con el flamenco (como la costura) o a ejercer casi exclusivamente de amas de casa.


La charla terminó por motivos de horario, porque el tiempo se nos vino encima, pero suscitó un gran interés en todos los presentes y quedamos emplazados a continuarla en otra ocasión, pues quedó pendiente una segunda presentación con más datos y detalles de la tesis doctoral de la ponente.

En definitiva el estudio de Carmen es realmente apasionante, y ofrece una imagen del flamenco de esa época desde un prisma nuevo, con información, imágenes, anécdotas inéditas, etc., que hicieron que su conferencia nos mantuviera en un estado permanente de atención por lo novedoso de sus aportaciones.


 
Vino después una actuación de alumnos de la Fundación Cristina Heeren. El “Niño Martín", de Punta Umbría, a la guitarra, abrió con unas tarantas, que dejaron al público sorprendido por el alto nivel artístico de la ejecución. El "Niño Martín" es ya un guitarrista flamenco en toda regla, más que una futura promesa. Ha sido alumno del gran Miguel Ángel Cortés. Ejecutó arpegios perfectos, alzapúas impensables, rasgueos supersónicos, picados imposibles; en definitiva, un prodigio de técnica y de arte. Hay que estar atentos a su evolución, porque seguro que va a decir muchas cosas en el mundo de la guitarra flamenca.
 
Al cante estuvo la granadina “Marta La Niña”, que hizo unos abandolados de varios estilos, en especial un fandango de Lucena que a me me dejó prendado. Marta tiene una fuerza en la voz impresionante y, cuando la rompe, pone la piel de gallina, estremece.
 
Al baile estuvo la malagueña Paula Salazar, que sorprendió con su entrada, en la que compuso una figura “flamenquísima”, digna de cualquier portada. Paula baila creando imágenes de una belleza y una esbeltez impresionantes. Nos hizo unas alegrías que arrancaron al público y elevaron el ambiente de la sala.
 
 
Terminaron todos juntos por bulerías, poniendo colofón a otra gran tarde de flamenco vivida en nuestra universidad. Damos las gracias a Carmen, a los artistas, al Vicerrectorado de Cultura y a Extensión cultural por su apoyo incondicional de siempre; y a todos los asistentes, que contribuyeron con ricas viandas para tomar esa cervecita de después, que ya se nos ha hecho imprescindible, pues que es fuente de relación y de futuras iniciativas. Gracias también a Manolo, que se encargó del suministro, a nuestro becario Cristian, al comando utrerano, por ser tan buenas y tan alegres aficionadas, y a todos en general por una gran tarde-noche flamenca.
Francisco García
Tesorero de la Peña Flamenca de la UPO

viernes, 15 de marzo de 2019

Recital de Angelita Montoya en la inauguración del I Máster de Investigación y Análisis del Flamenco


El pasado 12 de marzo, en la presentación del I Máster de Flamenco de la historia, tuve la suerte de asistir a la posterior actuación de mi admirada Angelita Montoya Rodríguez. Ella venía convaleciente de una intervención quirúrgica y era la primera vez que volvía a cantar después de la misma, y vaya si cantó, cantó como los ángeles, con una fuerza descomunal pero con un sentimiento y un pellizco que nos heló el alma a todos los que allí estábamos presentes. ¡Y es que Angelita te toca el corazón siempre! Cante de verdad, sin artificio ninguno, cante por derecho. ¡Ole tú!!!


Estuvo magistralmente escoltada por la guitarra de Fran Cortés Cazalla, un acompañamiento que a ese cante le viene como anillo al dedo, intimista, sosegado, melódico en su justo momento, pero con la fuerza y la explosión necesaria cuando el cante así lo pedía.


En conjunto, fue una noche flamenca maravillosa. A la actuación asistimos varios componentes de la Peña Sentir Flamenco de la UPO: su Presidente, el profesor de Antropología Fernando C. Ruiz, y otros miembros de la Junta, como Ángeles Cruzado y Rafael Cáceres, que presentó el Máster como coordinador del mismo.


Angelita, con apenas tres cantes, lo dijo todo. Empezó con una soleá en la que dio un paseo por los cantes de Alcalá y que a mí personalmente me dejó planchao; con letras preciosas de su cuñado, el enorme Manuel Molina, que hablaban de Alcalá y de su río, el Guadaíra, de sus molinos y de su arrabal.


Continuó con unos tangos de su casa, inconfundibles, que recordaban enormemente a su madre, "La Negra", una cantaora sin igual; y terminó por bulerías, paseándose por varios estilos con una facilidad pasmosa, pasando de la alegría al recogimiento, del recogimiento a la melancolía, de la melancolía a la belleza, y siempre recordando el estilo que su cuñado y su hermana Lole dejaron en nuestros corazones. En fin, fue una noche de cante maravillosa.


No harto con esto, tuve la oportunidad de compartir con Angelita Montoya, Fran Cortés, Patricia Garzón (su representante) y Paola Hermosín (hija de mi amigo Antonio Hermosín Solís y alumna de este primer Máster), la interesante, afable, enriquecedora y refrescante tertulia en una preciosa tasca de la hermosa ciudad de Carmona. Fue todo un lujazo estar rodeado de tan buena gente.


Paco García Rey
Tesorero de la Peña

Para más información:



domingo, 10 de marzo de 2019

Recital de Rubito Hijo y Marcos Serrato

Fue otro de esos días inolvidables, por la calidad de los artistas y de la gente que asistió. En el Salón de Actos del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD) había huecos, aunque como mínimo la asistencia llegó a 60 personas.
Hasta este verano, en el Festival Juan Talega de Dos Hermanas, servidor no había reparado suficientemente en Rubito Hijo. Allí me deslumbró. Hice por hablar con él, y por segunda vez me deslumbró. Ahora, por su generosidad, su sencillez, su bondad. El resultado fue lo que vivimos el 8 de marzo.


Como hacemos siempre, primero fue la entrevista, llevada esta vez, de forma magistral, por nuestro directivo Paco Rey. Rubito nos contó cómo el flamenco estaba siempre presente en su casa (su padre es Rubito de Pará, excelente cantaor por derecho), y para él era como un juego. 
Habló de su pueblo, nada menos que La Puebla de Cazalla, y el ambiente flamenco de allí. Y de sus abuelos, trabajadores del campo que cantiñeaban sus cositas. Salieron los nombres de Francisco Moreno Galván, José Menese, Diego Clavel, Manuel Gerena, Raúl Montesinos, La YiyaPepe el Boleco, entre otros ilustres moriscos. Salió la emigración temporal a Ibiza, llena de paisanos de La Puebla, donde su padre montó un tablao que está también en su infancia.


Como dijo, con palabras hermosas y sabias, escuchar a grandes artistas y “mirar para atrás” ha sido su escuela. Rubito se estrenó en la Peña Torres Macarena con 14 años, en un concurso de saetas. Ha recibido numerosos premios, entre los que sobresale, en 2003, la Lámpara Minera, del prestigioso concurso de La Unión (Rubito Hijo es el tercer ganador de este concurso que nos visita, tras Rocío Márquez y Jesús Heredia, que además siguen siendo amigos de la Peña). 


Nos habló de los concursos, de lo bien que lo hacen en La Unión y, por el contrario, de la poca trascendencia de otros certámenes que, sin embargo, son de envergadura. Y es que el flamenco es mejor tratado, en todos los sentidos, y más respetado, fuera de Andalucía que en nuestra propia comunidad autónoma. No es el primer artista que constata esto. Algo hay que cambiar, en los medios de comunicación, en la escuela, etc., para que el flamenco reciba aquí el trato que merece. Más aún: parece que en vez de artista hay que ser “arquitecto” (o experto en Derecho, Empresariales y Economía, añado), porque ahora todo va por proyectos. La burocracia también se ha instalado en el arte. Y esto no es bueno, porque está en las antípodas de la creatividad.


Prefiere Rubito Hijo los “cantes básicos”, cosa que demostraría luego. Habló de sus discos, en especial del más reciente, Sincero, que servidor puede asegurar que es una maravilla. A pesar de los pesares, es optimista sobre el futuro del flamenco, porque hay cantera. Todo su discurso fue relajado y sabio, a pesar de que aún es joven.


Abrió la actuación por tonás. Luego, con la guitarra de Marcos Serrato, hizo soleares, tientos y tangos, y culminó por seguiriyas. En todos los cantes se explayó. Rubito canta por derecho. Directo. Y clásico, mirando a los maestros pero, atención, aportando su personalidad y su sentimiento. No imita a los referentes, sino que los ha incorporado a su forma, a su entendimiento, que es profundo, largo y original.


La voz de Rubito Hijo llama la atención, de entrada, por su potencia y su tesitura laína. Dicen que las voces así son más apropiadas para fandangos, malagueñas, cantes mineros… Pues no. Lo demostró Manuel Vallejo y lo demuestra Rubio Hijo: si se canta con el corazón, una voz así te desgarra por seguiriyas, te hace vibrar por tientos y tangos, te lacera por tonás, te mece y conmueve por soleá. Imprimió a sus cantes todo tipo de matices. Fue capaz de navegar por lo lastimero y por el agua clara, poniendo alma y corazón, que supo transmitir hasta el punto que se vieron lágrimas de emoción.  Además, nos hizo recordar a Enrique Morente, a Manolo Caracol, a Chiquetete… Una lección de flamenco, de flamencura, de intensidad.


Una palabra sobre el guitarrista, el joven pero experto Marcos Serrato: Sencillamente, dio todo un recital sobre cómo hay que acompañar al cante. Sobrio pero adornado en la justa medida cuando había que hacerlo, apoyando el cante, atento a todo con una solvencia plena. Seguro que el maestro Melchor de Marchena lo hubiera felicitado. Ole por Marcos.


Después vino, como siempre, el ratito en El Entramado, donde está la Peña. Marcos tenía que irse, pero Rubito se quedó con nosotros. Otra vez demostró que es una persona humilde, de trato más que agradable. Flamenco integral. Como su padre, Rubito de Pará, que nos acompañó en todo momento, y el cantaor aficionado, también morisco, Manolo Catato. Entre las cosas mejores de la noche, la sabia conversación de ambos, la alegría de escucharlos hablar de flamenco, de la emoción, de Moreno Galván, de La Puebla.


Una vez más, la generosidad de los socios y socias llenó de viandas las mesas. Esas tortillas de patatas, esas papas aliñás, etc., nos acompañaron en las mil conversaciones que tuvieron lugar. También, como siempre, en un ambiente distendido, amigable, en el que el tema principal fue, sin duda, cómo nos había conmovido Rubito Hijo. Otra vez hubo gente nueva que quedó prendada de las cosas que pasan en esta Peña. 


Especial mención quiero hacer a la sensibilidad flamenca de la gente de Utrera que nos acompañó. Aunque son, como pasa en el flamenco, muy del cante de su pueblo, tan maravillosamente gitano, supieron apreciar al máximo el cante de Rubito, que les deslumbró. Más de cuatro de los asistentes no lo habían escuchado antes y la sorpresa fue mayúscula. 


Gracias a todos. Y muy especiales a Paco, Mibri, Manolo de Triana, Manolo de Alcalá (¡qué alegría volverlo a ver!), etc., tan atentos a todo para que todo saliera lo bien que salió. Y sobre todo a Marcos Serrato y a Rubito Hijo, que desde ese día tiene, al menos, 60 nuevos fans. Y lo que queda. Gracias al Vicerrectorado de Cultura de la UPO, a Extensión Cultural (otra vez genial Cristian, atento a todo y, encima, participando), al CABD, a la gente que asistió.


Queda el prodigio de lo vivido en el Salón de Actos. Creo que impregnando sus paredes van quedando cosas mágicas, como ecos, hilos sensibles, alientos que han ido dejando los artistas que han estado, magia que se activa cada vez que llega otro artista. Allí han depositado alma Juan José Amador, Inés Bacán, Esperanza Fernández, David el Galli, Ana Gómez, Carmen Linares, José Manzano, Rocío Márquez, Joselito Méndez, Alba Molina, Angelita Montoya, Mari Peña, Tomás de Perrate, Manuel Requelo, La Susi, José el Tremendo, María Vargas, Pepa Vargas, Juan Villar hijo. Y, con sus sonantas, José Acedo, Davinia Ballesteros, Miguel Ángel Cortés, Gaspar Fernández, Paco Fernández, Amador Gabarri, Manuel Herrera, Paco Iglesias, Lucas de Jerez, Antonia Jiménez, Alberto López, Manuel de la Luz, Antonio Moya, Kaveh Nassehi, Eduardo Pacheco, Pedro María Peña, El Perla, Pedro Sánchez, Lola Yang, Calixto Lee. O Soraya Clavijo, Joselito Fernández, Carmen Ledesma, La Manmen, Carmelilla Montoya y Luisa Palicio con su baile. Incluso la percusión de Javier Teruel y Miguelito Vargas, incluso la flauta de Ermanno Panta. Y todo ese poso alimenta cada nueva presencia de artistas. Ese salón está ya lleno de memoria flamenca. Ahora, Rubito Hijo, con Marcos Serrato, dejan también su huella. Estremecedor. Apasionante. 


También ocurre que los artistas que vienen, que siempre son personas de primera, perciben la pasión y el cariño. Aquí no hay prensa que airee estas cosas. No salen críticas en los periódicos al día siguiente. Pero están las voces de quienes asistimos, para decir a los cuatro vientos que el flamenco vive y que Rubito Hijo es uno de los responsables de esta maravilla.


Las próximas, todas en marzo, serán de otro tipo, pero también necesarias: el 21 intervenimos en una sesión de Enseñanzas Prácticas y de Desarrollo para alumnado de Trabajo Social y Educación Social, en la que, entre otras cosas, se presentará la Fundación Manuela Carrasco. Aunque no será un espectáculo, esta diosa del baile estará allí. El 22, una charla-coloquio con Carmen Pulpón, una de las principales investigadoras del flamenco en la actualidad, en la que habrá también arte. Y el 25, actuación de artistas de la Peña en Capitanía, donde el año pasado la liaron, y por eso nos han pedido repetir. ¡Esto no para!
Fernando Carlos Ruiz Morales
Presidente de la Peña