martes, 20 de marzo de 2018

Carmelilla Montoya en el ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco"

La palabra es VERDAD. En un Ciclo sobre las mujeres en el flamenco tenía que haber más de una de la casa de los Montoya. Ya nos acompañaron en su día Angelita Montoya y Alba Molina. Esta vez fue Carmelilla. ¡Y, vaya! 





El salón de actos del CABD estaba lleno hasta la bandera, completo. Tenemos como principio en esta Peña no medir las actividades por la cantidad de público sino por la calidad de los invitados y del propio público asistente. Lo que pasa es que esta vez hubo calidad y cantidad. Entre los asistentes, alumnado de la Fundación Cristina Heeren, artistas, socios y socias, gente aficionada que ya había venido alguna vez antes, gente que se acercaba por primera vez… 




Primero, como solemos hacer, fue la entrevista. Bueno, en realidad, la conversación con ella. Esta vez corrió a cargo de servidor, y puedo decir que me resultó una delicia hablar con Carmelilla Montoya: fue relajado, ameno y enriquecedor. 






Carmelilla tuvo un discurso natural, directo, que emocionó a los asistentes y arrancó en ellos varios aplausos. Nos habló de su infancia y de la casa de los Montoya, de su formación, de lo que es el flamenco para ella… Una gozada, y enormemente instructiva. Resaltaría todo, pero quiero remarcar su orgullo como mujer y su reivindicación, con contundente naturalidad, de la mujer y de su valía como tal. 




Además, todo lo contó desbordando elegancia. Muy flamenca. Muy andaluza. Muy gitana. Los asistentes estuvieron encantados escuchándola, hasta el punto de que se abrió un turno de preguntas e intervenciones del respetable que resultó muy participativo, y casi hubo que interrumpirlo para no salirnos del tiempo previsto. A todos nos pareció corta la duración de la entrevista: verdad a raudales.





Luego vino el baile y el cante. Acompañaron a Carmelilla Juan José Amador al cante, El Perla y Lucas de Jerez a la guitarra, y Javi Teruel a la percusión. Si la entrevista resultó verdad natural, asistíamos entonces a una verdad sublime. Por soleá y soleá por bulerías, Carmelilla nos turbó con sus gestos llenos de emoción, con su juego de pies, con sus brazos que dibujaban colores. Bestial. 




Luego, un descanso del baile, para disfrute del oído con la voz sabia de Juan José Amador. Las tonás por compás de bulería por soleá, sorprendentes. Nos llegó, nos hirió. A todos los asistentes. Tras esto, volvió Carmelilla al baile. Por bulerías, uno de sus sellos. Nos regaló un baile lleno de simpatía, de goce, de tensión, potente, el puro espíritu de las bulerías. Grande, grande. 




Definitivamente, nos cautivaron. Sobrados de compás, lo dieron todo. Sí: todo fue verdad. Carmelilla, Juan José y El Perla tienen muchas tablas y no necesitan demostrar nada a nadie, porque tienen un reconocimiento bien merecido. Pero es que se entregaron. Pusieron el corazón. Por eso son tan grandes. Igual que Lucas y Javi, gratísimas sorpresas para un servidor, pues estuvieron sublimes. 



Sabía que Carmelilla es muy buena. Pero es que sorprende cada vez. Como sorprende el sentido escénico de Juan José Amador, su forma de acompañar el baile, de meter el pie, de vibrar; la poderosa guitarra de El Perla, que nos evoca la fiesta eterna; la de Lucas de Jerez, llena de luz; y la percusión vital de Javier Teruel. Memorable.




Tras la maravilla, vino el ratito en El Entramado, donde tenemos la Peña. Primero: la generosidad de la gente que trajo comida. Allí había tortillas de patatas, chistorras con puré de patatas (¡riquísimas!), ensaladilla, empanadas, chacinas… ¡Cómo se agradece todo eso! Porque ese ratito no es la guinda del pastel, sino una parte fundamental de cada actividad. Nos acompañaron, además, los artistas, así como algunas personas que venían con ellos. Y ahí se habla. Es ahora una dimensión más íntima. 





Para mí es una alegría, en esas ocasiones, ver caras conocidas, y es una alegría ver caras nuevas. Ahí ves, otra vez, que los artistas son personas, y un artista flamenco de envergadura es una persona de envergadura. Ves a la gente de la Peña y a quienes les acompañan. Lo artístico se completa con la relación social. Así el círculo es completo. 



Para mí, uno de los momentos mejores fue el placer de conversar con Jesús Molina, acompañante de Carmelilla y hermano del grandísimo, queridísimo y llorado Manuel (el de Lole y Manuel). Y con Ángeles de Utrera, con Isa, con Kaveh, con Ángeles de Sevilla, con José Manuel, con Bea y la otra Bea (¡viva las doctoras flamencas!), con Dani, con María, con Manolo…

Casi al final, Paquito Mejías se lanzó a cantar, con lo que la cosa se completaba. ¡Ole, Paco! Eso sí: ¡no había una guitarra! Por cierto, el vestíbulo del edificio se nos queda pequeño, pues con el frío, el patio casi no se pisa. Ganas hay ya de que venga el buen tiempo, después de estos días benditos de lluvias.




Una cosita: nombré antes la Fundación Cristina Heeren. Lo que esta Fundación hace por el flamenco es espectacular. Lo siembra, lo enseña, lo divulga, lo crea, lo defiende a capa y espada, lo proyecta… Es impresionante, y deberíamos mimar a esta Fundación, que está haciendo una labor imprescindible en torno al flamenco.



Agradecemos a todos los asistentes su presencia, y de forma muy especial a Kaveh, Ángeles, Paco, Manolo, Dani, la gente que trajo comida (¡viva Utrera y Alcalá y Montequinto y Sevilla!)… 

Y una conclusión: mucha gente, después de la actuación, preguntaba qué era lo próximo. La gente salió queriendo más. Creo que es la mejor muestra de los frutos de la verdad que sembraron Carmelilla, Juan José, El Perla, Lucas y Javi. Gracias muy especiales a ellos, que han honrado a la Peña y cuya entrega nos ha llenado de orgullo. ¡Ole y ole! Ha sido un cierre del Ciclo para poner en un lugar privilegiado de nuestra memoria. Gracias de corazón. Porque nos habéis hecho no sólo disfrutar y aprender, sino crecer como personas. 
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña