jueves, 28 de noviembre de 2019

Actuación de María José Carrasco el el ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco"

El viernes 22 de noviembre iniciábamos el curso en la Peña Flamenca de la UPO con la primera actividad enmarcada dentro de nuestro V ciclo “Las mujeres como transmisoras del flamenco”. La tarde se presentaba con un gran temporal de agua y viento, que no invitaba a salir de casa. A pesar de ello, fueron muchos los valientes que, desafiando las inclemencias meteorológicas, acudieron al evento, pues para abrir el curso teníamos nada menos que a la cantaora palaciega María José Carrasco, ganadora de la Lámpara Minera de 2018.


Comenzamos con la intervención de quien hasta este curso ha presidido nuestra Peña, Fernando C. Ruiz, que se despidió de los socios, del público asistente y del cargo que durante seis años ha ocupado. Tomó después la palabra el que suscribe, Francisco García, para presentarse como nuevo Presidente y tomar el relevo.


Quise, antes de nada, detenerme a evaluar lo que en estos seis años ha llevado a cabo la Peña, ya que nunca antes nos habíamos parado siquiera a pensarlo. Desde un primer año en el que comenzamos con dos actividades, hemos llegado a realizar una media de 14 actividades anuales, entre actuaciones (más de 64), presentaciones de libros y discos (unas 8), mesas redondas o conferencias (unas 7), y colaboraciones exteriores con otras entidades, como radio, prensa, aulas de mayores de la UPO, Festival de las Naciones, Cátedra de Cultura Militar General Castaños, institutos, colegios, etc. (más de 10).


En definitiva, se trata de unos números impresionantes que, tras realizar la comparación con el resto de universidades, no sólo de España sino también del extranjero, nos hacen llegar a la conclusión de que, en estos seis años, la Pablo de Olavide se ha convertido en la número uno del mundo en programación y oferta cultural de flamenco.


Sin duda, esto hay que agradecérselo a muchas personas: en primer lugar, a los socios, que mantienen una fidelidad y un compromiso fuera de toda duda; a la junta directiva, que ha trabajado de manera incansable; a Extensión Cultural, que ha estado a nuestro lado en todo momento, facilitándonos el trabajo y haciendo que el recorrido hasta aquí haya sido lo más llevadero posible; a la Vicerrectora de Cultura de la UPO, socia también de nuestra Peña, que siempre nos ha brindado su apoyo y su apuesta incondicional; y fundamentalmente al enorme trabajo que Fernando ha realizado en estos años.


Él es quien año tras año, con su labor infatigable y callada, nos ha llevado a la consecución de este logro. Fernando se ha despedido del cargo dejando la Peña y a su universidad en un puesto preeminente. Quien lo iba a decir seis años atrás, cuando, entre él, Rafael Cáceres, José Manuel Díaz y el que suscribe, iniciábamos esta aventura cargados de sueños y de anhelos. Precisamente por ello ha tomado la decisión de dejar la presidencia y pasar a ser un socio de a pie, pues necesitaba un descanso, ya que ha sido muchísimo el trabajo y el tiempo dedicado a esta labor, algo que siempre le vamos a reconocer y agradecer, como así lo hicimos en ese acto, dándole una fuerte ovación que estoy seguro llevará siempre en lo más profundo de su corazón. ¡GRACIAS MIL, FERNANDO!!!


Tras esos emotivos momentos, dio comienzo la primera actividad del curso. Teníamos como invitada a la cantaora de Los Palacios María José Carrasco, flamante ganadora de la Lámpara Minera del año 2018, que nos visitaba acompañada de su flamenquísima familia: sus hijas Reyes y Rocío, y su marido Juan.


Como es habitual en nuestro ciclo, la primera parte del evento consistió en una conversación entre la artista y nuestra compañera Ángeles Cruzado, periodista y miembro de la junta directiva. En mi opinión, fue una extraordinaria entrevista, pues entre ambas se creo tal grado de complicidad que parecían conocerse de toda la vida, y además fueron capaces de  transmitírselo al público asistente, hasta el punto que se creó un ambiente entrañable y casi familiar, me atrevería a decir. 


Conversaron sobre los inicios de María José en el mundo del flamenco y sobre su larga trayectoria, jalonada de premios en múltiples concursos por toda la geografía de nuestra tierra. La artista también nos contó que hizo un parón en su carrera para dar prioridad a su maternidad y cómo, tras retomar la vida artística, de nuevo empezaron a venir los reconocimientos, entre los que destaca especialmente la consecución de la Lámpara Minera de la Unión, que ella vivió como un auténtico sueño.


María José tiene una familia extraordinaria. Su marido, Juan, guitarrista frustrado y un grandísimo aficionado, siempre ha estado a su lado apoyándola, porque en este mundo no todo es un camino de rosas y también ha habido momentos duros. Su hija Reyes, que es ya una auténtica figura del flamenco con apenas 13 años de edad, demuestra una madurez y una compostura en el escenario dignas de una artista consagrada. Por último, Rocío, la pequeña de la casa, que es un auténtico manojo de nervios, nos demostró también, bailando por bulerías, que le corre el arte por las venas.


Después comenzó el recital. Se incorporó al escenario nuestro amigo el guitarrista Curro Vargas, que ya nos visitó el año pasado junto a Anabel Valencia y que, como siempre, realizó un magistral acompañamiento. No en vano, Curro conoce a la perfección los cantes y a la artista a la que acompaña, y sabe darle justo lo que necesita cada tercio.


María José comenzó por cantiñas y, dentro de ese ambiente tan familiar que se había creado durante la entrevista, la alegría se extendió por el recinto. María José transmite una positividad y una cercanía que te llega y que envuelve. Ya no importaba el temporal de fuera, pues el salón de actos estaba inundado por el torbellino desatado por María José.


A continuación cantó la minera que le dio el primer premio en La Unión. ¡Qué vamos a decir de ello! Se trata de un cante que María José entiende y transmite como pocas.
Continuó con unos tangos, a los que se sumó su hija Reyes, que nos sorprendieron a todos, por la especial conexión que se estableció entre madre e hija, y su capacidad para emocionar al respetable. Reyes también hizo unos fandangos que dieron fe de la portentosa voz que atesora, y de su enorme transmisión.


Terminaron por bulerías y, como era previsible, se formó el taco. Subió al escenario Rocío para completar el cuadro, en el que Juan ejerció de palmero. La pequeña de la saga baila con un desparpajo descomunal, como si estuviera en el salón de su casa, y lo hace con una naturalidad y una gracia extraordinarias.


Madre e hija se turnaron en los tercios por bulerías, mientras la pequeña bailaba. Las tres viven el flamenco, lo sienten y lo hacen suyo, y lo dieron todo sobre el escenario.
María José nos dejó la verdad de su arte. No sabe hacerlo de otra manera. Se entrega por completo, y todos fuimos testigos de ello. El público supo reconocerlo y, puesto en pie, dio a la familia uno de los más prolongados aplausos que en estos años se han vivido en la peña. María José, atendiendo a las peticiones del respetable, que no quería abandonar el salón de actos sin escuchar un poco más de su arte, nos regaló una nueva ronda de bulerías.


Después vino la recepción en el local de la peña, donde la familia Carrasco nos acompañó y tuvimos la ocasión de conversar con ellos de manera relajada. Son personas muy cercanas. Parece que uno les conoce de toda la vida. Tienen una simpatía y una gracia natural, sobre todo las hijas, que provocaron anécdotas divertidísimas durante la velada.


Damos las gracias a María José, a su hijas y a su marido, por ofrecernos lo mejor como artistas y como personas. No olvidaremos nunca vuestro paso por nuestra peña y, por supuesto, aquí tenéis vuestra casa.
Gracias también a todos los socios y amigos que, en una tarde de lluvia y viento, se acercaron a compartir con nosotros la extraordinaria actuación que María José nos regaló, y que hizo que mereciera la pena salir de casa.

Francisco García Rey
Presidente de la Peña

miércoles, 9 de octubre de 2019

Actuación de la Peña en el Festival de las Naciones

El Pasado día 5 de octubre la Peña estuvo presente en el Festival de las Naciones, por segundo año consecutivo. Fue con la actuación de la bailaora Beatriz Rivero, acompañada al cante por Ana Gómez y a la guitarra por Vahan Davtyan.



Empezó con un solo de guitarra Vahan. No me parecía lo más adecuado un solo de guitarra dado el entorno. Pero ocurrió lo contrario de lo que pensé: nada más empezó, con unas bellísimas bulerías, pletórico de fuerza y de exquisita técnica, transmitiendo de verdad, la gente empezó a detenerse frente al escenario para escuchar.


Luego, el baile de Beatriz, con la voz originalísima y cautivadora de Ana, terminó de encandilar a los asistentes. Primero por alegrías, en las que Beatriz se mostró sobrada de elegancia y de fuerza. Y luego por bulerías, con sabor gaditano, en las que la bailaora completó el cuadro demostrando la amplitud de sus registros, ahora llena de donaire y gracia.


Un baile como tiene que ser el baile flamenco: desde el suelo, con vuelos de las manos y del mantón, pero desde el suelo, desde la tierra. Con finura en las alegrías, con gozo indisimulado en las bulerías. Y esa voz de Ana, que te atrapa desde el primer sonido. Y esa guitarra excepcional de Vahan, bien de compás y de todo.


Los asistentes, embelesados. Al final, lo clásico bien hecho es lo que la gente agradece, quizás saturada de ruido. El público supo apreciar esta bocanada de aire fresco y limpio. Porque vi gente con la boca abierta, lo aseguro. Seguimos sembrando, y de qué manera.


PD: Con esta minicrónica me despido como “cronista” de las actividades de la Peña pues, como se informó, he dejado las responsabilidades por motivos laborales. A partir de ahora, solo a disfrutar y aprender de las cosas que se hagan, ¡que también está muy bien!

Fernando C. Ruiz Morales
Ex Presidente de la Peña

lunes, 17 de junio de 2019

Cierre de las clases de cante

Ante más de 40 personas, el pasado viernes 14 de junio tuvo lugar, ahora sí, la despedida del curso 2018/19. Estuvo centrada en la gente de las clases de cante, que fueron los grandes protagonistas de la velada. Acompañados por Kaveh Nassehi y por Juan Anguita a la guitarra, nos ofrecieron todo un recital que no se nos olvidará, por los motivos que contaré luego.


Atentos a los palos que hicieron: abrieron Curro y Rafael por bamberas. Beatriz, por farruca. Salvador, por cartageneras. Isabel, por caña que remató por soleá. Gregorio, por farruca, distinta a la que hizo Beatriz. Salvador de nuevo, ahora por alegrías y mirabrás. Vero, Nieves y Beatriz, por alegrías, con coro de los demás. Curro, ahora por mineras. Nieves, por bamberas de Pastora Pavón. Rafael por serranas. Vero, por guajiras. Y para terminar, todos con fandangos cané. Y todos, también quienes escuchábamos, cada vez más a gusto.


Porque le echaron ganas y porque son unos valientes. Obsérvese el repertorio, si no. Pero es que, encima, hubo momentos para vibrar, por ejemplo con la minera de Curro (¡flamenquísimo!), con las guajiras de Vero (¡vaya voz bonita!), con la valentía doble de Salvador en esas cartageneras, con los 94 años de Rafael por serranas… Sí. Rafael tiene 94 años y lleva dos, con este, en las clases de cante. ¡Qué lección de vida y de superación! Y, encima, ¡qué bien cantó! Nunca lo había hecho antes delante de público. ¡Cuánto tendrían que aprender los jóvenes de él! 


Tampoco habían cantado antes, ante la gente, Nieves, Isabel o Gregorio. Y vimos además el progreso de Beatriz, de Curro, de Salvador… Por cierto, el golpe de gracia lo tuvo él cuando, tras las cartageneras, saltó: “Si Chacón levantara la cabeza…”. Echamos de menos a Bea, que no pudo venir por motivos de salud (¡pronta recuperación!).
Lo dicho: hay que felicitarlos, por valientes y por lo bien que lo hicieron; por perseverantes y por tenerlo tan claro. Y por hacer historia en la Peña.


Detrás de todo eso, la cantaora Maite Olivares, que es uno de los baluartes de la Peña. Con su paciencia, su sabiduría, su profundo conocimiento del cante, sus dotes de enseñante y de psicóloga, su carácter, su grandeza, su alegría… Maite es la responsable de este milagro.


Quiero aprovechar para apuntar unas palabras sobre Kaveh, que es otro de nuestros baluartes. Siempre está ahí. Con generosidad. Pero lo que quiero comentar es una verdad sobre el artista: sus melodías son un puñal de belleza. Su guitarra es agua diáfana y diamante que cambia a cada pulso o a cada sugerencia de las cuerdas de color: blanco, rojo, verde, arcoiris…
Belleza cristalina, belleza hecha de sal mineral y de cavernas oscuras en las que brillan estalagmitas azules. Cuando Kaveh toca, asoman gotas de agua milenaria, desde la cueva umbría y silente, que afloran al puro cielo de pronto. Estamos ante un gran artista.
Hay que felicitar también a Juan Anguita, que es un tesoro para la Peña. Enorme aficionado al flamenco, joven y constante, que va para guitarrista de categoría.


Luego vino, cómo no, el ratito, en el que debo confesar que comí muchísimo, porque había mucha y buena comida gracias a la generosidad de la gente que la trajo. Y conversaciones mil, desde sesudas discusiones sobre la situación del mercado del flamenco hasta anécdotas divertidas. Un rato genial, hasta el punto que nos dieron bastante más allá de las doce de la noche. Un rato en el que no faltó, ahora de la forma más espontánea, el cante. Ni la pataíta que se dio Maite, que también es bailaora.


Agradecemos, como siempre, aparte de a los citados, la asistencia valiosísima de la gente que llenó la sala, el apoyo de la Universidad, y la labor de quienes llevaron la infraestructura para que esto fuera posible: Mibri, Paco, Manuel…
Ahora sí, colofón excepcional para un curso excepcional. ¡Y un olé como una catedral para Maite y la gente de las clases de cante!
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña

domingo, 16 de junio de 2019

Juan Anguita, en el homenaje a Francisco Cossío Silva

El pasado 6 de junio, la Peña estuvo presente en la Sala Chicareros de Sevilla (Teatro Cajasol) a través de la actuación de Juan Anguita, a la guitarra, y Marina León, al cante. Fue durante el acto de entrega de la Medalla de Oro de la Academia a don Francisco Cossío Silva, a título póstumo.
El homenajeado fue Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla y Vicepresidente de la AEDEM (Academia Europea de Dirección y Economía de la Empresa). Esto ocurrió en el contexto del XXXIII Congreso Anual de la AEDEM, un encuentro académico universitario que recoge los trabajos de investigación llevados a cabo por profesores universitarios y profesionales de distintas instituciones y países. El lema del Congreso fue “Diversidad y talento: efectos sinérgicos en la gestión”, y su organización corrió a cargo de la Universidad Pablo de Olavide y la AEDEM, cuya Presidenta es catedrática del Departamento de Organización de Empresas y Marketing en la Universidad de Vigo.


Agradecemos a estas instituciones (AEDEM, Universidad Pablo de Olavide, Universidad de Vigo, Fundación Cajasol) la sensibilidad mostrada al reclamar flamenco para un acto académico y solemne. Muchas otras deberían aprender de ello. Afortunadamente, ya son varias las ocasiones en las que se ha contado con artistas de la Peña para este tipo de actos.

lunes, 10 de junio de 2019

Fiesta de Fin de Curso

Era la fiesta de pre-despedida del curso. Pre-despedida, porque después de ésta, que fue el día 7, aún queda una, el próximo 14 de junio. ¡Incombustibles!
Pero no sólo era la fiesta. Uno de los sellos de esta Peña es el universitario. Así que la cosa se abrió con un invitado de excepción, el fotoperiodista Fernando J. Crespo, que vino a presentar su libro Manos y palmas por bulerías.


Fernando, trianero afincado en Jerez, ha trabajado para ABC, El Mundo, Tiempo, Tribuna, Estadio Deportivo… Es un auténtico todoterreno, que tiene en el flamenco una de sus muchas pasiones. De hecho, ha sido crítico de flamenco en el Diario de Sevilla y en Sevilla Información. Entre sus exposiciones de fotos, participó en una colectiva de la Bienal de 2016.
El acto lo abrió la periodista Maty Capmany, que, entre otros medios, ha trabajado en Giralda TV. Maty es especialista en temas sevillanos: fiestas, los conventos de clausura, monumentos como la catedral, tauromaquia… Es la autora del prólogo del libro.


Fue en El Entramado, y la sala estaba abarrotada. Maty realizó una semblanza humana de Fernando y recorrió su labor en la prensa. Su intervención fue muy amena, incluyendo anecdotario. Resaltó su faceta solidaria, como la de observador internacional en Guatemala, o su labor en una ONG en varios países africanos y latinoamericanos. Resaltó, obviamente, su pasión por el flamenco, y terminó su exposición con un bello poema.
Intervino luego, con simpatía a raudales, el propio Fernando J. Crespo, que tuvo palabras de agradecimiento para Juan López, para Manolo Bohórquez (que iba a presentar el libro pero que anda recuperándose de un accidente que tuvo recientemente –desde aquí, los deseos de una pronta recuperación-), y para Eduardo Abad. Fue breve, pues Fernando habla mediante la fotografía. Lo dijo él: “Nosotros decimos con la fotografía”.


Y vaya si dice. El libro, fruto de un trabajo a conciencia realizado durante varios meses, capta escenas de una escuela de baile de Jerez. Cada una de las fotos es un mundo, con una profundidad expresiva cuya riqueza crece mientras más se contempla la obra. Son fotos flamencas, que penetran en el alma de los gestos allí mostrados, hasta el punto de llegar a conmover. Cada una de ellas. Y, de vez en cuando, los versos de Paz Ruiz. Se trata de una verdadera joya. Tuvo además la generosidad de regalarnos un libro para la Peña y otro que irá a la biblioteca de la Universidad. Muchas gracias por todo, Fernando.



Luego, la fiesta. Como suele ocurrir, hubo quien trajo, generosamente, cosas para picar, y encima riquísimas. Pero esta vez hubo algo más, muy especial: la gente de Utrera se presentó con una gran olla de potaje, obra (de arte) de Ángeles Volante. El ambiente fue distendido y animado, como siempre. Por allí andaban numerosos socios y socias, y gente que venía por primera vez, como nuestra admirada periodista Tere Peña (hermana del llorado Juan y del maestro Pedro), su hijo el musicólogo Gonzalo Montaño (¡una delicia hablar con ambos!), o Estefan y Jaime, alumnos del Máster en Investigación y Análisis del Flamenco. Entre los gozos mayores de la fiesta, ver de nuevo a nuestros queridos Manuel Requelo y a su mujer, Matilde. Como siempre, mil conversaciones y proyectos varios.


Los artistas que nos acompañaron fueron el cantaor Jesús de la Frasquita y el tocaor Amador Gabarri. Jesús ya nos ha acompañado en alguna ocasión anterior. También Amador estuvo una vez con nosotros, junto a Tomás de Perrate. Sentados (y de pie) en círculo en el patio, disfrutamos de lo lindo del buen hacer de ambos: por soleares, tientos, cantiñas del Pinini, bulerías y fandangos. Todo con ese sello de Utrera que Jesús lleva y mece con una flamencura sin igual.


Aunque estuvo genial en todo, esos cuplés por bulerías enamoraron. Y con un Amador excelso, virtuoso, perfecto al acompañamiento y valiente en las falsetas. Ambos, además, con alegría, a gusto. Así estábamos todos. En un momento determinado, Paco G. Rey cogió la guitarra de la Peña y se sumó a la fiesta, con todo oficio. Nuestro Manuel Requelo no pudo reprimirse y se lanzó con unos gitanísimos tangos extremeños, en los que también es sabio, y con los que hasta se pegó su pataíta. 


Por bulerías bailaron, y vaya cómo bailaron, Luisa y Ángeles Volante, que son, si no me equivoco, de la escuela utrerana de nuestra amiga Triana, hija del gran Turronero y de Carmen Montiel, ahí es nada. Vaya arte, vaya compás, vaya gracia, vaya regocijo. Y para dar a todo un toque “exótico”, Jaime (todoterreno musical, pues es profesor de contrabajo en el conservatorio, especialista en jazz), nos sorprendió sacando un saxo que traía e hizo sus cosas en las cantiñas y en el cuplé por bulerías.


Con esto, ya hacía tiempo que había llegado la noche. Noche cerrada en el patio del edificio, porque no hay siquiera una bombilla. Uno de los socios había traído un foco, pero alumbraba demasiado y preferimos seguir en la absoluta penumbra, que tiene más magia. Daba igual. Estábamos a gusto, disfrutando del buen flamenco y de la buena compañía.



Fue, en suma, un magnífico colofón para casi cerrar el curso. Agradecemos a Fernando J. Crespo y a sus acompañantes, a Jesús y Amador, y a todas las personas que participaron, de forma especial a las de Utrera, porque llevaron las riendas de esta maravilla: a Luisa y a Ángeles Volante, por su arte (Ángeles, arte doble: porque ese potaje es inolvidable); a Paco, porque trabajó a tope la infraestructura; a José Manuel, Manolo y Cristian (entre otros) por su ayuda para ello, a la gente que trajo viandas y las preparó y montó. Por supuesto, también al Vicerrectorado de Cultura y su Servicio de Extensión Cultural.


Haciendo balance, han sido 20 las actividades, internas y externas, que hemos realizado este curso, aparte de las clases de baile, cante y guitarra. No nos gusta medir nada por el número, pero en este caso nos muestra que la Peña, a pesar de las limitaciones de tiempo que tenemos, está muy activa. En estas actividades han intervenido, por la parte artística, los cantaores Ana Gómez, Anabel Valencia, Angelita Montoya, Armando Mateos, Elizabeth Nadal, Jesús de la Frasquita, Juan Villar hijo, Maite Olivares, María Vargas, Marta la Niña, Paco Mejías, Rubito hijo; los guitarristas Alberto López, Amador Gabarri, Ángel Doblado, Calixto Lee, Curro Vargas, David Roldán, Fran Cortés, Jonathan Goldie, Juan Anguita, Kaveh Nassehi, Leah Krushevski, Marcos Serrato, Niño Martín, Pedro Sánchez, Vahan; y los bailaores Beatriz Cruz de Alba, Carmen Young, Coral Moreno, Joselito Fernández, Juan Tomás de la Molía, La Manmen, Luisa Palicio, Martha Rodríguez, Paula Salazar y Soraya Clavijo. Además de los Fuera de Serie.


Algunos, en su calidad de socios de la Peña, han repetido en alguna actividad externa. Es decir, una variedad, en estilos y en biografías, digna de resaltar. Hay artistas consagrados internacionalmente, jóvenes con hambre, trabajadores magníficos e imprescindibles… Y todos, con una cosa en común, dentro de esa variedad: tienen categoría. Artística y humana. Todos son excepcionales. Están escribiendo la apasionante historia del flamenco. Algunos llevan escritos capítulos y capítulos, otros aún, de momento, alguna página; pero todos son imprescindibles y nos han posibilitado un curso excepcional. Gracias infinitas a todos ellos, porque son grandes, generosos, flamencos de categoría.


Y, lo que no es menos importante, también han intervenido, exponiendo cuestiones flamencas de diverso tipo, gente de la investigación, de la gestión, de la comunicación o incluso del arte flamenco: Alexandra Hoffer, Águeda Borrás, Ángeles Cruzado, Carmen Pulpón, Curro Fernández, Esperanza Fernández, Fernando J. Crespo, Maty Capmay, Paco Rey, Pepa Sánchez, Pepa Vargas, Rafael Cáceres, Torombo, incluso un servidor.


La lista no está completa, porque faltan los nombres de todos y cada uno de los socios/y socias, que son en este momento más de 80: desde quienes componen la directiva hasta quienes asisten a los actos, desde quienes han traído comida hasta quienes no han podido asistir a nada pero no por ello han dejado de contribuir a que la Peña sea posible. Y faltan los nombres de los responsables de la Universidad que han estado implicados, desde la Vicerrectora de Cultura hasta los conserjes del Salón de Actos del CABD que tan amables se han mostrado siempre. Así da gusto, y así todo esto ha sido posible.
La próxima, el día 14 de junio, con la gente de las clases de cante.
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña

miércoles, 22 de mayo de 2019

Actuación de Anabel Valencia en el ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco"

El Pasado 17 de mayo poníamos el broche de oro al IV Ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco" con la presencia de la gran cantaora lebrijana Anabel Valencia. Fue en el salón de actos del CABD.


Presentó el acto el vicepresidente de la Peña, Rafael Cáceres. Me pedí realizar la entrevista a Anabel o, como preferimos, tener la conversación con ella. Durante la misma, tuve un olvido imperdonable que quiero subsanar aquí: cité a gente de Lebrija a quien he tenido la suerte de conocer, todas personas excepcionales y muy queridas por mí: la cantaora Inés Bacán, Pedro María Peña, la bailaora Concha Vargas, Isabel Carrasco (hermana de Curro Malena), el gran cantaor aficionado Curro Vargas, la periodista Araceli Pardal… ¡Pero olvidé citar a Pepa Vargas! La mujer del gran Curro Fernández, madre nada más y nada menos que de Esperanza, Paco y Joselito Fernández, con quienes formó La Familia Fernández. Omisión imperdonable.

 
 
Aprovecho para recomendar la lectura del libro Pepa Vargas. Memoria de una mujer flamenca, que no tiene desperdicio. Aprovecho también, porque creo que tampoco lo hice, para citar a Pedro Carrasco, que no vino porque anda con las cosas de la política en estos días de campaña electoral (¡mucha suerte, Pedro, que lo vales!) y a un sobrino de Inés, hijo del gran Pedro Bacán, buena persona donde las haya; y a Concha del Lagaña, con quien solo he conversado por teléfono pero vaya tela; y al Paula, otra persona excepcional, que hace no mucho cerró su bar "El Uno de San Román", para desconsuelo de los amantes del menudo y de los bares con enjundia, como es mi caso.

 

No voy a reproducir lo que dijo Anabel, que queda para quienes tuvimos el privilegio de estar allí. Con gran simpatía, naturalidad, y ese hablar tan dulce de Lebrija, nos contó sobre su familia, su trayectoria, sus gustos artísticos, las casas cantaoras de allí… Entre otras muchas cosas, quiero resaltar dos: su defensa de la territorialidad del flamenco, que para ella es una obviedad (lo comparto), por muy universal y globalizado que sea hoy; y cómo, en contraste con las mujeres de generaciones mayores, ella tuvo siempre el apoyo de sus padres y demás familia, y también de su marido, para convertirse en artista.

 
En su discurso, amor hacia el flamenco y optimismo, mostrando una trayectoria de búsqueda de su verdad. No en vano, al principio triunfó haciendo una música distinta al flamenco pero abandonó ese camino, que hubiera sido más fácil, para tomar el suyo, el del flamenco, el que de verdad la llenaba, el que respondía a cómo se siente y a cómo es ella. Eso se llama coherencia.


En la actuación le acompañó a la guitarra Curro Vargas, hijo de la gran Concha, sobrino de Pepa. Hicieron tientos (con la guitarra en tono de rondeña), malagueñas, tangos y bulerías. Todo ello sin concesiones, con largueza, recreándose, con gusto. La voz de Anabel pellizca. Tiene quejío, transmite, es (en los tientos y las malagueñas) puro llanto flamenco. Riquísima de matices, con un mecido especial en los tangos, con gran diversidad de registros, con una delicadeza de fondo que embriaga. En las bulerías, entre las que no faltaron los cuplés, hay una gracia y una alegría que conmueven. Y siempre, con un sosiego que otorga jondura, y una vocalización clara que es difícil cuando los cantes se dicen con tanta fuerza del corazón como hace ella.

 
La guitarra de Curro hizo diálogos prodigiosos con Anabel. Con falsetas impecables, compás preciso, y con una limpia dulzura, el acompañamiento estuvo al mismo gran nivel que el cante, llegando a ser, por momentos, hipnotizante.

 

Fue el broche de oro ideal para el IV Ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco", que, en lo artístico, se abrió con el baile de Luisa Palicio, siguió con la veterana María Vargas, y cerró la aún joven, pero ya sabia, Anabel Valencia. El panorama ofrecido ha sido diverso y, desde luego, muy significativo.


 
Después vino el ratito ya clásico, con las cositas buenas para picar que trae alguna gente (¡ole!). Como siempre, la compañía fue de lo más agradable. Además de la querida gente de la Peña, estaban por allí Araceli Pardal (muy recomendable su web www.lebrijaflamenca.com), con quien tuve el placer de discutir sobre el ninguneo de los gitanos en el flamenco que estamos sufriendo hoy. Otra discusión, igualmente placentera: con nuestro amigo Rafael sobre el videoclip del Festival de Madrid.

 
Los artistas nos acompañaron, departiendo con todo el mundo. Si escuchar cantar a Anabel es una delicia, también lo es hablar con ella. Y con Curro Vargas, que acababa de llegar de actuar en el mencionado festival madrileño; Curro es una persona llena de bondad con la que da gusto tratar, aparte de un gran artista. Y con Luis, primo de Anabel, que había subido al escenario para jalear los tangos y las bulerías. Y con Marcos (que había hecho lo mismo), el marido de Anabel.

 
 
Por cierto, ¡vaya lección de pedagogía la de los gitanos viejos! Me contaba Marcos, ilustrándolo, sobre su padre y sobre su suegro, y la crianza de los niños bajo el principio del respeto a los mayores. Una lección que habría que aprender, que con tanto pedagogismo andan los chavales de hoy desorientados. Fue otro de los placeres de la jornada. Como lo fue hablar con Ramón Amaya, otro gitano lebrijano, nieto de Antonia Pozo, y con su señora, María. Ramón habla reposado, sin estridencias, con sabiduría, y es un gran fotógrafo (véase por ejemplo su Facebook, donde por cierto ha puesto varias de las fotos que hizo). Y por supuesto con Ángeles, Rafa, Paco, Isa, Juan, Antonio…
Esta vez nadie sacó la guitarra ni se lanzó nadie a cantar. Pero no importaba. Es que no hubo espacio para ello, nos cogió con ganas de cháchara.

 
 
 
Muchas gracias al Servicio de Extensión Cultural, al Vicerrectorado de Cultura y Compromiso Social, al CABD, al Instituto Andaluz del Flamenco, y desde luego a la gente que asistió, a quienes lo hicieron posible con su dedicación (Paco, José Manuel y Manolo a la infraestructura, Ángeles a la comunicación) y de forma muy especial a Anabel, a Curro, a Marcos, a Luis. Y que viva Lebrija y el flamenco.
La próxima, la fiesta de despedida del curso.
 
Fernando Carlos Ruiz Morales
Presidente de la Peña

domingo, 28 de abril de 2019

La Fundación Cristina Heeren en el Ciclo 'Las mujeres como transmisoras del flamenco'

Este pasado jueves, en la Universidad Pablo de Olavide, tuvimos un encuentro con la plana mayor de la Fundación Cristina Heeren, dentro de las actividades que desarrollamos en el IV Ciclo “Las mujeres como transmisoras del Flamenco” que organiza nuestra peña.


El acto comenzaba con nuestro vicepresidente, Rafael Cáceres, dando la bienvenida y presentando a las ponentes: Pepa Sánchez (Directora Académica), Alexandra Hoffer (Directora de Producción) y Águeda Borrás (Directora de Relaciones Institucionales).


Comenzó Pepa haciéndonos un resumen de su historia y su labor durante esos años. La Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco es una entidad privada, sin ánimo de lucro, creada en 1993 en Sevilla por la neoyorquina Cristina Heeren, hispanista y mecenas norteamericana, sin duda una mujer con una historia de libro, rodeada siempre de personas de enorme talento y sensibilidad como Orson Welles, Hemingway y un largo etcétera., pero sobre todo una mujer enamorada del flamenco, de nuestra tierra y de su cultura en general, una mujer que ha puesto gran parte de su patrimonio en la defensa, promoción, enseñanza y conservación del flamenco tanto en Andalucía y en España, como internacionalmente.


Desde 1996, su prestigiosa escuela internacional de flamenco ha formado en cante, baile y guitarra a más de 6.000 jóvenes de todo el mundo, muchos de los cuales han disfrutado de su programa de becas, en especial, nuevos valores andaluces. Todos ellos han sido formados por los prestigiosos profesionales del flamenco que integraron e integran su claustro de profesores, por el que han pasado maestros del cante como Naranjito de Triana, José de la Tomasa, Esperanza Fernández, Arcángel o Juan José Amador, así como nuevas generaciones del flamenco, como Manuel Lombo, Lidia Montero, Rosi Navarro “La Divi”, etc.

 
La Fundación también ha contado con grandes artistas del baile, como Manuel Soler, Milagros Menjíbar, Javier Barón, Luisa Palicio o El Choro; y de la guitarra, como Miguel Ángel Cortés, Niño de Pura, Eduardo Rebollar, Pedro Sierra o Paco Cortés, entre otros. Por sus aulas han pasado figuras del flamenco actual, como Argentina, Rocío Márquez, Jeromo Segura y un largo etcétera.


Su labor ha sido reconocida con el Premio Flamenco en el Aula de la Junta de Andalucía, la Orden de Alfonso X del Ministerio de Cultura, el Premio Nacional de Enseñanza de la Cátedra de Flamencología de Jerez o la distinción Jueves Flamencos de la Fundación Cajasol, entre otros honores. Con la celebración del 20º Aniversario, la inauguración en 2017 de su sede en Triana y la reactivación de los concursos Talento Flamenco con el apoyo de benefactores como Acciona y Helvetia, la Fundación Cristina Heeren comienza una nueva etapa.



Esta entidad impartió sus primeros cursos en 1996 a dos alumnos de guitarra y tres estudiantes de baile. Entre 1996 y 2006, su sede estuvo en la Casa de Pérez Comendador, en el sevillano barrio de Santa Cruz. Hasta 2016, la fundación se estableció en dos sedes: una principal en el barrio de Heliópolis, donde se encontraba la administración y se impartían las clases de cante y guitarra; y la segunda en el barrio de El Juncal, donde se ubicaban las clases de baile. Coincidiendo con su vigésimo aniversario, la Fundación Cristina Heeren ha abierto su sede definitiva en la calle Pureza, 76, en pleno corazón del barrio de Triana.

 
Cristina Heeren completaba así su sueño: no sólo conseguía unificar todas las especialidades en un mismo edificio específicamente diseñado para la enseñanza integral del flamenco, sino que también lo dotaba de un coliseo propio, el Teatro Flamenco Triana. La nueva sede ya se ha hecho con un lugar destacado en el circuito cultural sevillano.

 
Precisamente del Teatro Flamenco de Triana comenzó a hablarnos Alexandra Hoffer, la Directora de Producción. Se trata de un espacio muy coqueto donde se ofrecen funciones de flamenco a diario, que está teniendo un gran éxito. Alexandra dirige la productora “Anea Producciones”, ligada a la Fundación, que se dedica a la producción y distribución internacional de espectáculos dirigidos a distintos circuitos y con diversos formatos: teatros, festivales y eventos privados. En ella se han gestado una enorme cantidad de espectáculos flamencos, algunos de ellos de gran entidad y que han dado la vuelta por los teatros y festivales más importantes del mundo, como “Metamofosis", de la Compañía de Israel Galván, presentado en el Teatro Lope de Vega de Sevilla durante la Bienal de
Flamenco; “Don Juan Flamenco", con Rafael Campallo, estrenado en el Teatro Central de Sevilla también en el marco de la Bienal; o "Aviso: Bayles de Jitanos", de Antonio Molina, 'El Choro', por mencionar sólo algunos.


Cerró la presentación Águeda Borrás, Directora de Relaciones Institucionales, que nos habló de la constante lucha por buscar patrocinios, pues la fundación no cuenta con ningún tipo de ayuda económica de la administración. Águeda mencionó el convenio firmado con la empresa Acciona, que les ha permitido continuar con sus concursos de jóvenes talentos, en las tres especialidades, cante, baile y guitarra. Es incomprensible que una Fundación con esta trayectoria y con ese peso en el mundo del flamenco no cuente con un apoyo institucional claro. Como siempre, las administraciones y el flamenco no acaban de encontrar un verdadero camino de entendimiento.


Vino después una actuación de alumnos de la fundación. Comenzaron Elizabeth Nadal al cante y la guitarrista americana Leah Krushesvki por granaínas, que ya nos hicieron ver que sobre el escenario había una gran cantidad de talento. Después se unió a ellas el guitarrista Jonathan Goldie y entre los tres nos regalaron unas alegrías, preciosas, con una gran cantidad de matices y de cambios, que subieron la temperatura de la sala. Terminaron Elizabeth y Jonathan por fandangos, poniendo a los presentes en pie, como broche precioso a una tarde flamenca de cabales vivida como en familia.


Los guitarristas, a pesar de su procedencia extranjera, tocaron con una sensibilidad, una flamenquería y un pellizco que se convierten en la prueba palpable del gran trabajo que esta fundación hace con jóvenes de todo el mundo en la transmisión de nuestro arte, sin perder su más elemental esencia.
En la cantaora, Elizabeth Nadal, se vio a una auténtica artista y una auténtica flamenca nada más subirse al escenario. La joven es una enamorada de esto y canta como los ángeles. Tiene una voz muy personal, que en momentos te llena de dulzura, para pasar a emocionarte o a tocarte la fibra. Cuando está arriba, lo vive, lo siente; eso se nota y así se lo transmite al público. Todos coincidimos también en una cosa: tiene un desparpajo en el escenario impropio de su edad. Gracias, Elizabeth, por entregarte tanto en una tarde y a una hora no muy flamenca, en la que es difícil llegar al público, y tú lo hiciste.


Después nos fuimos todos al local de la peña y allí es donde realmente abrimos el coloquio, preguntando a nuestras protagonistas sobre todas aquellas cuestiones que se quedaron en el tintero, ya que por el horario de cierre del CABD tuvimos que salir apresuradamente. Eso sí, ya de una manera más distendida y con una cervecita o copita de manzanilla en la mano.


Fue en estas conversaciones donde verdaderamente surgieron cuestiones de enorme interés y, sobre todo, se abrió un campo a la colaboración entre las dos instituciones, lleno de posibilidades. Está claro que la copita de después genera unas sinergias y unos lazos que quedan para siempre. Constituyen los primeros pasos a los nuevos campos que se nos abren y hacen que, pasito a pasito, sigamos creciendo en todos los aspectos.


Sólo me queda dar mil gracias a todas ellas, por su amabilidad, su disposición y su sincero ofrecimiento. Así como ellas nos dicen que tenemos las puertas de la fundación siempre abiertas, nosotros les decimos que en la UPO también tienen su casa. Y como nos quedamos con ganas de más, nos emplazamos para los siguientes cursos a continuar conociendo a la fundación y colaborar en nuevos proyectos.


 
Gracias especiales a nuestro directivo Kaveh (profesor también en la Fundación) por su trabajo para que este evento pudiera consolidarse, a nuestros socios que ayudaron al montaje del evento, a nuestro becario, Cristian y, por supuesto, a la Vicerrectora de Cultura de la UPO, en concreto a Extensión Cultural, por su apoyo incondicional.
 
Francisco Gª Rey
Tesorero de la Peña