Un día desangelado, con lluvia y viento frío. Y María no venía en las mejores condiciones por culpa de unos problemas estomacales. Pero ahí estaba. Doña María Vargas, “Catedrática del cante gitano”, como la nombraron nada menos que en Jerez. Dando la talla, María Vargas, historia viva del flamenco, cordial, sencilla, simpatiquísima. La gente que vale es siempre sencilla en el trato, sin ínfulas. Ahí estaba, elegante, guapa, flamenca. Era ella. La señora María Vargas, con nosotros. Otro milagro. Sí, era un día desangelado. Pero había un ángel (¿qué digo un ángel?, ¡una diosa!) con nosotros.
En la entrevista, conducida por la periodista Ángeles Cruzado y el antropólogo Rafael Cáceres, María hizo apuntes de su vida, siempre digna de ser recordada. Nos habló de su dinastía flamenca, de su niñez cantando y bailando, de su padre, que fue un gran aficionado. De cómo la empezaron a llamar, desde que la escucharon cantar saetas con 9 años. De aquellas fiestas de la Venta Vargas, de la convivencia de entonces entre los artistas. De La Sallago, Terremoto, Sordera, Gaspar de Utrera, La Perla, Caracol…
Nos habló de los tablaos de antes, a los que iban verdaderos aficionados y entendidos del flamenco (lo de los turistas fue luego); del baile de antes, sin dar saltos, en una loseta. De los festivales, en los que fue reina. De su vida en Madrid, adonde emigró, como tantos artistas. Del paréntesis que tuvo que hacer en su carrera artística. De los discos y de los cambios en las formas de grabación, más directas antes. De los grandes guitarristas que la acompañaron, como Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía, Melchor de Marchena, los Moraos… Nos habló de sus gustos musicales aparte del flamenco, de los jóvenes que están asomando con calidad, de su faceta de letrista. Y de cómo todo lo vivido la hace cantar hoy con más conocimiento. Luego, lo demostró.
Cantó por soleares, por cantiñas, seguiriyas, fandangazos y bulerías. Con la guitarra sabia y sensible, de excepcional sonoridad, de Kaveh Nassehi, aunque también subieron Calixto Lee, para acompañar las cantiñas y las seguiriyas, y el joven Juan Anguita, (¡pedazo de socio de la Peña!) para las bulerías.
La voz de María es verdad. Dice el cante desde las tripas, lo mueve desde el corazón, se entrega en cuerpo y alma. Hace el cante con todo el cuerpo. Impresionante verdad. Además nos cuenta la historia del flamenco: con ella veíamos a Antonio Mairena, a Manolo Caracol, a La Perla, a su padre, a Juan Talega, a Camarón… Y la salada claridad de Cádiz, el mar gitano de los Puertos… y Jerez. Gloriosa, doña María Vargas.
Los asistentes, que llenábamos el salón de actos del CABD, hemos tenido el privilegio de escucharla cantar y hablar. Escribo esto dos días después; como ocurre con todo lo bueno, el poso que deja esta experiencia es más rico con el paso de los días. Gracias de corazón, señora María Vargas, por tu arte, tu sabiduría, tu sencillez, tu verdad, tu honestidad, tu cariño, tu generosidad, tu flamencura.
Vino después la fiestecita, en el local de El Entramado, donde tenemos la Peña. María tenía previsto asistir, pero no pudo por los problemas de salud mencionados. La fiestecita siempre completa cada actividad. La generosidad de mucha gente de la Peña permite que en ese rato podamos picar, lo que sienta fenomenal y pone las bases para echar un buen rato. El local está recién reformado, gracias al esfuerzo del Vicerrectorado de Cultura y Compromiso Social y a su área de Extensión Cultural. Como siempre, dos mil temas de conversación en un ambiente relajado y amistoso: desde el local tras la reforma hasta la experiencia del día, pasando por discusiones de profunda flamencología…
Cuando acabamos con la copiosa comida, salió la guitarra ¡de manos de un niño! Y el cante de Calixto Lee, que es de Taiwán y toca, canta y baila. La cosa se fue animando, y hubo una ronda por tangos en la que no poca gente cantó. También el niño se marcó sus cantes, con Juan a la guitarra, y con muchísimo arte. Debo decir que esto me emociona especialmente. Que en una peña, que suele ser territorio de quienes peinamos canas, haya protagonismo de jóvenes, es una bocanada de aire fresco y de esperanza. Ole y ole por sus padres.
Enorme alegría fue también el reencuentro con socios como Dani el vasco o Juan de Utrera. Gracias especiales a Manolo de Triana, Paco, Mibri, Kaveh, Ángeles, Rafael, y por supuesto a Christian (becario de Extensión Cultural), que hicieron posible esto, sin olvidar a la gente que trajo comida. Geniales también Elodia, José María, Salvador (¡ole esas flores!), Concha, gente de la Peña de Tomares, de La Fragua de Bellavista, y Estela, Ángeles, Isa, Rocío, las tres Beas, Chari, y hasta Lola, mi prima Maricarmen, mi cuñá Yolanda, y tanta gente cuyos nombres nunca aprenderé. Y gracias, con todas las mayúsculas del mundo, a nuestra querida, por siempre, María Vargas. ¡Estamos deseando verla otra vez!
El próximo en visitarnos, el 8 de marzo, será nada menos que Rubito hijo. Porque el flamenco es muy grande y muy rico.
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña
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