lunes, 30 de abril de 2018

Actuación de Alberto López en el CABD


El lugar fue el Salón de Actos del CABD. La asistencia de gente no fue muy alta, pero el ambiente, sin embargo, excepcional, como siempre. El cartel, más que atractivo: el guitarrista Alberto López, presentándonos algunos temas de su reciente disco Detrás de la verdad, y una segunda parte en la que el guitarrista acompañaba al cantaor José Manzano.
No soy entendido en guitarra. Sí entiendo si me gusta mucho, poco o regular. Y esto me entusiasmó. Alberto hizo cuatro temas que están en su disco: por granaínas, por tientos, por tarantas, y por bulerías. Sorprendente, con unos juegos musicales limpios y sutiles, con una riquísima sonoridad. Con cambios melódicos y armónicos prodigiosos. La mano izquierda, sublime; pero vi pronto que la derecha, también. Con un toque a la vez elegante y de una bellísima intensidad.

Alberto derramó sensibilidad, conocimiento y pasión. Conocimiento y pasión unidos, encastrados entre sí. He escuchado a guitarristas con un dominio técnico excelso, pero que me han parecido fríos. Alberto no: sonando preciso y sobrado de técnica, te lastima a la vez. Esa conjunción es rara. La música de Alberto cautiva a cualquier persona que tenga sensibilidad. En clave flamenquísima, directa. Yo me acordé (atención: seguramente voy a decir un disparate, pero es que no soy entendido en guitarra) de Serranito, de Paco de Lucía, de Manolo Sanlúcar, hasta de don Ramón Montoya. Pareciera que Alberto ha incorporado todo ese legado, pero además anda con su propia voz. Escucharlo es tener la oportunidad de pensar con el corazón, de renovar la mirada, de sentir y ensoñar, de crecer.
Cerró esta parte invitando a nuestro amigo Kaveh Nassehi a acompañarle. Kaveh es otro guitarrista de exquisita sensibilidad, sobrado de técnica y de conocimiento, capaz de herirte o de trasladarte a mundos mágicos. Hicieron, con el papel solista de Alberto, un pequeño e intenso homenaje a Paco de Lucía, interpretando su rumba Entre dos aguas.

 
La segunda parte fue con José Manzano al cante. José, simpatiquísimo por cierto, es un consumado cantaor, un fiera en este campo. Tiene un chorro de voz natural, facultades para dar y regalar. Nos hizo tres cantes: alegrías, malagueñas y soleares, con las que recorrió sobre todo estilos de Alcalá. Con esto terminó la cosa. Fuimos testigos de la actuación de un genio de la guitarra y, con él, de un gran cantaor que sabe dominar y templar pero al que, en mi humilde opinión, le faltó entrega y le sobró un punto de egocentrismo, dicho sea con todo el respeto, cariño y reconocimiento del mundo. Ahí ha quedado eso, para felicidad y enriquecimiento de la memoria de los presentes. Muchas gracias, de verdad, a ambos.


Después vino el ratito en la Peña. Me encantó, como siempre, ver a gente que no conocía. Allí estuvieron los dos protagonistas del evento, y gente como Jesús Molina (qué placer, otra vez, hablar con él), Rufino de los Reyes (nuevo amigo de la Peña, desde Castilleja), Bea, Ángeles desde Utrera, Manolo González, Ángeles Cruzado, Paco Rey, Mibri, Paquito Mejías, Kaveh… Hubo hasta alguna cosilla para picar, ¡gracias! Conversaciones sobre cien temas: la actuación del día, el disco maravilloso que ha sacado nuestra amiga Angelita Montoya, el no menos genial de Mari Peña, también querida amiga; se rememoró la presencia maravillosa de Carmelilla Montoya en marzo… Se habló de papeleo, ¡glubs!, tema muy poco flamenco pero que está ahí, de la guitarra…

Pero entre todos los temas, hay uno que quiero resaltar: la importancia, en el campo del flamenco (en el fondo, en todos los ámbitos) de la persona, que es inseparable del artista. Ser una persona íntegra, respetuosa, humilde, con inquietudes, hace mayor aún al artista y no solo a él, sino a todo su entorno. Tenemos la suerte de haber conocido en la Peña a muchísimos artistas con estas condiciones. ¡Qué privilegio!
No acabó ahí la cosa. Fue presentada oficialmente la guitarra de la Peña, recientemente adquirida. Es la que había tocado Kaveh en el escenario junto a Alberto. Alberto la estuvo “probando” y al poco, nuestro amigo Paco Mejías, enorme cantaor, se animó. ¡Vaya delicia! Con el acompañamiento genial de Alberto, Paco hizo una ronda de soleares dulces, sentidas, intensas, emotivas. Y luego por bulerías llenas de lo que tiene que ser, de gracia, desde Jerez hasta cuplés a lo utrerano y lebrijano. Sublime, sencillamente.
Gracias por ser así, Alberto. Gracias, José, por tu arte. Gracias especiales, también, a Kaveh y a Manolo, sin los que esto no hubiera podido ocurrir. Desde luego, a Paco Mejías, por su flamencura maravillosa, a toda la gente antes nombrada, a quienes estuvieron allí.
La próxima, el jueves que viene a las 12:00 en el Paraninfo de la Universidad. Nada menos que Torombo, con el tema ¿Qué puede aportar el flamenco al Trabajo y la Educación Social? Se trata de una actividad académica, aunque está abierta a quien quiera ir. Porque la Peña también aporta en lo académico. Y aviso que no será una charla ni nada parecido, y que están aseguradas las emociones fuertes. Hay que seguir así.
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña




viernes, 13 de abril de 2018

Actuación de la Peña en Capitanía General

Suele ocurrir que lo que mal empieza, mal acaba. Y esto empezó mal: los artistas que iban a actuar por parte de la Peña, salvo la bailaora, no pudieron hacerlo, por diversas circunstancias, y faltaban dos días para presentarnos allí. Teníamos el compromiso de una actuación organizada por la Peña en Capitanía. No podíamos fallar, por el buen nombre de la Peña: ni en Capitanía, ni en el más humilde colegio, ni donde fuera. Los compromisos hay que cumplirlos y, además, en nuestro caso, tiene que ser con un sello especial que convierta el acto que sea en memorable; y sé que abuso de esta palabra, pero quiero que la sigamos llevando por bandera en cada evento que organizamos o en el que nos implicamos. 





Corriendo, y gracias a las gestiones de Kaveh Nassehi (este gran guitarrista era una de las ausencias involuntarias), pudimos recomponer el cuadro, nunca mejor dicho. Al final, casi de un día para otro, pudimos contar con al guitarrista Alberto López y el cantaor Juan Villar hijo, que acompañarían a la bailaora Carmen Young.





Este acto nos fue solicitado por el Vicerrectorado de Relaciones Institucionales de la Universidad Pablo de Olavide, como parte de la colaboración cultural que este Vicerrectorado mantiene con la Cátedra del General Castaños, con sede en Capitanía. Como el nombre y el lugar indican, estamos en territorio militar. Servidor ni siquiera hizo la mili en su día, así que reconozco que iba con cierta reticencia. Bueno, reticencia relativa: tuve un abuelo militar al que no conoció ni mi padre, pues falleció cuando él tenía solo dos o tres años, allá por 1934. Y, sobre todo, conozco a un par de militares, que considero amigos, y que son para quitarse el sombrero. Además, miro a las personas como personas y no como gente que juega un rol. Una cosa, por cierto, muy de la cultura andaluza. Así que, lo dicho: reticencias relativas, que fueron más relativas aún cuando tuve el gusto de conocer al primer anfitrión, el Coronel Galián, Secretario de la mencionada Cátedra, exquisito en el trato, afable, entregado al tema que allí me condujo, cordialísimo. 



Pero vamos al grano. El precioso salón estaba lleno a rebosar, y eso que el día no acompañaba. El acto, que presentó el Coronel Galián, se abrió con una pequeña charla de servidor, bajo el tema “El Flamenco, más vivo que nunca”. Téngase en cuenta que somos una Peña vinculada a la Universidad, y es importante que ese sello lo llevemos siempre. Expuse a los presentes cómo el flamenco, desde sus inicios, ha estado sometido a augurios sobre su próxima desaparición, a manipulaciones ideológicas desde la época romántica hasta la actualidad, incluso a ataques directos, y siempre ha mostrado una enorme capacidad de resiliencia. Por tanto, y de eso se trataba en lo artístico de lo que íbamos a ser testigos, queríamos celebrar esa capacidad, que hace que el flamenco, pese a todo, esté vivo y bien vivo. Mi sensación es que la exposición realizada interesó mucho al público asistente.



Luego vino lo bueno. Abrió Alberto López con un solo de guitarra por tarantas, que ya preparó al auditorio para la magia, envolviendo la sala de un misterio sobrecogedor, de cadencias que emergían de las entrañas de la tierra, y en las que la propia sala parecía participar. Hizo después Juan Villar una toná que enlazó con seguiriyas, para el baile de Carmen Young. Riqueza cautivadora. Sorpresa mayúscula, para un auditorio que sabía, por la presentación, que Carmen es mexicana. Porque será de donde sea, pero es flamenca sin cortapisas. Y, sí, con técnica, pero baila natural. El público así lo captó. 




A continuación, Juan hizo unos tientos, que remató por tangos. Sabrosos, sentidos, salerosos, con una voz curtida y sentida de verdad. Volvió Carmen a escena para bailar por alegrías, con bata de cola, con la que trazó dibujos de hermosura y precisión inusitadas. Si antes cautivó, ahora el bellísimo teatro era el cielo. Terminaron por bulerías, en las que el saber de Juan y la gracia de los tres, para despedirse, pusieron la guinda a una velada inolvidable. 



En definitiva: Carmen nos regaló en su baile estampas sublimes y elegantes, una combinación de delicadeza y de fuerza, unos juegos de pies como pocos. Mexicana de Triana. Juan, clásico, enjundioso, con dominio preciso del compás y de la escena toda. Y Alberto, sencillamente, fue un prodigio de musicalidad. 


Terminada la actuación, los responsables de la Cátedra del General Castaño nos hicieron entrega de un regalo como recuerdo. Y desde luego, lo vamos a recordar. Tuve la suerte de hablar con muchos de los asistentes, y todas las voces eran de admiración sincera ante el derroche de arte flamenco que acababan de vivir. Me consta que hay algún asistente llegado solo por curiosidad, sin una inclinación señalada hacia el flamenco, pero que desde ese día le va a prestar una atención especial. Eso, a mí, me llena de satisfacción y de emoción. 


Quiero agradecer la presencia de varios socios y socias de la Peña. También las gestiones de Kaveh, pues gracias a él esto sucedió, dejando bien alto el nombre de la Peña. Igualmente, la preciosa amabilidad de los responsables de la Cátedra, que supieron hacer, con elegancia y con calor, que tanto los artistas como servidor nos sintiéramos a gusto, lo que constituye desde luego todo un arte. Ole por ellos. 


Pude ver, además, cómo esta institución es realmente un referente en la vida cultural sevillana. Así que, de corazón, los quiero felicitar desde aquí. Como a la Vicerrectora de Relaciones Institucionales, Pilar Rodríguez, responsable también de que estuviéramos allí, pues fue quien nos hizo la propuesta. Y cómo no: agradecimientos y felicitaciones a Carmen, Juan y Alberto, porque han sembrado, y vaya. Fui testigo de ello y lo vi también en el público que asistió, un público que estuvo de diez, en calidad y en cantidad. 


Esta vez no se cumplió el dicho. Porque la cosa empezó mal, al tener que cambiar artistas y programa con mucha premura, pero terminó de tal forma que, en realidad, no terminó, porque abrió puertas, afectos, caminos, expectativas. Lo digo otra vez: en todos los sentidos, memorable.
 Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña