El pasado viernes 16 de noviembre retomamos la actividad en nuestra Peña con un evento muy especial. Nos visitaban Soraya Clavijo y Joselito Fernández, dos extraordinarios bailaores, cada uno en su estilo, dispuestos a regalarnos una imagen inédita, pues era la primera vez que el CABD acogía un espectáculo como éste.
Por sus tablas han pasado cantaores, bailaores y guitarristas de muy diverso tipo, pero nunca antes habíamos podido contemplar en una misma noche dos estéticas tan distintas, el baile de hombre y el de mujer, aunados, en este caso, por el cante añejo y lleno de sabor gaditano de Juan Villar hijo y el vibrante toque de nuestro socio y amigo Alberto López.
Presentó el acto nuestro Presidente, Fernando Carlos Ruiz Morales, quien hizo inevitable referencia a la efeméride que se conmemoraba, la inscripción del Flamenco en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, si bien resaltó que, para quienes tanto amamos y trabajamos en pro de este arte, el año tiene 365 “Días del Flamenco”.
Como es habitual en todas nuestras actividades, antes de disfrutar de su actuación, quisimos compartir un ratito de charla con nuestros invitados, para conocerlos un poco mejor como personas y como artistas. En una amena conversación a tres bandas, guiada por Fernando, Soraya y Joselito nos dejaron interesantes testimonios sobre sus inicios en el mundo del baile, sus respectivas carreras profesionales, su trabajo como docentes y su visión del arte jondo en el momento actual.
Los dos han vivido desde siempre el flamenco con mucha naturalidad, aunque en contextos familiares muy distintos. Ella nació y se crió en Jerez, donde se respira este arte en cada rincón, y en casa veía a su padre hacer compás mientras escuchaba a sus cantaores favoritos. Sin embargo, cuando decidió ser artista no contó con el apoyo de los suyos, porque “eso no era bonito para una mujer”.
Joselito, en cambio, nació en una familia de artistas -la Familia Fernández- que, desde muy niño, lo motivaron a seguir por la senda del baile. Nos sacó a todos una sonrisa al recordar a su primer maestro, Pepe Ríos, que exigía a sus alumnos una gran disciplina e incluso les daba con una varita en los pies cuando veía que se quedaban parados.
Soraya tuvo palabras de elogio y reconocimiento para “La Toná”, la maestra que, a su llegada a Sevilla, en los años noventa, la enseñó a presentarse sobre un escenario, perfectamente vestida y arreglada, pues el arte y la naturalidad también requieren de una buena puesta en escena.
Cuando se les preguntó por los escenarios en los que han actuado, Joselito confesó sentirse más a gusto sobre las tablas de un teatro, pues es donde se ha criado; mientras que Soraya nos ilustró sobre las diferencias existentes entre los tablaos de la Costa del Sol, muy orientados al turismo, en los que se hace un flamenco “de bandeja”, y los de Sevilla, donde se ofrecen espectáculos de calidad.
Nos resultó especialmente interesante conocer su visión sobre el estado actual del flamenco, que la jerezana resumió con un símil de lo más ilustrativo: El flamenco está como la vida, existe un exceso de información y de técnica. Tenemos televisores modernísimos, con infinidad de canales pero, entre tanto brillo y colorido, nos perdemos lo esencial, mientras que antes, una tele en blanco y negro, con sólo dos canales, nos transmitía lo suficiente. Ya está todo dicho.
También nos hablaron sobre su labor como docentes. Soraya, que tiene mucha experiencia en ese campo, declaró haberse vuelto menos dura con los años. Su alumnado es de lo más variopinto, desde personas cuya única motivación es pasar un buen rato bailando flamenco hasta profesionales que buscan reciclarse o bien incorporar nuevas formas de expresión.
Joselito, en cambio, lleva poco tiempo enseñando, porque su intensa actividad de hace unos años no se lo permitía. Sin embargo, declaró sentirse muy a gusto en esta nueva faceta profesional, que le ha llegado en el momento justo, cuando dispone de la experiencia y la calma necesarias para transmitir su legado artístico a otras personas.
También nos hablaron de sus hijos. Aunque se están criando en un ambiente cien por cien flamenco, el mayor -al menos, de momento- parece sentirse más atraído por otras músicas, mientras que el pequeño sí apunta maneras de bailaor en potencia.
Por último, en lo que respecta a los niños andaluces en general y su acercamiento a este arte, Soraya se mostró optimista pues, en su opinión, el flamenco les gustará más o menos, pero saben distinguir lo que es flamenco y lo que no.
Después de esta amena e interesante conversación, llegó el momento más esperado de la noche. Juan Villar se arrancó por alegrías, magistralmente acompañado por la sonanta de Alberto López, y Joselito puso el compás.
Soraya caminó hasta el centro del tablao enfundada en su bata de cola blanca y no pudimos evitar que nos viniera a la mente la imagen de Luisa Palicio, sobre ese mismo escenario, con un atuendo similar, bailando también por Cai… Pero fue cuestión de un segundo, porque, a pesar de las coincidencias estéticas, se trata de dos bailaoras y dos estilos completamente diferentes, cada una con su propia personalidad. Ambas nos hicieron gozar mucho, eso sí, y ésa es una de las cosas maravillosas que tiene el flamenco, su gran diversidad.
La jerezana nos regaló una serie de imágenes de gran belleza plástica y sabor añejo, que nos transportaron hasta épocas pretéritas y nos hicieron evocar ese baile de cintura para arriba, de brazos redondeados y siempre dentro de su eje, manos hermosísimas y evocadores gestos faciales. ¡Cuánto sentimiento! ¡Qué manera de transmitir!
Después de un solo de Alberto por bulerías, con Juan marcando el compás sobre la mesa, llegó el turno de Joselito. El menor de la Familia Fernández bailó por soleá, con un estilo flamenquísimo, y también nos dejó para el recuerdo imágenes de las que ya casi no se ven. De la solemnidad de la soleá pasó a la bulería, en la que derrochó compás y su mijita de guasa.
El segundo baile de Soraya fue un taranto rematado por tangos, en el que volvió a demostrar su extraordinaria calidad. De nuevo nos regaló hermosas estampas, con espléndida colocación, impecable técnica de pies y flamenquería a raudales.
Como colofón, tras unas letras por bulerías en las que Juan y Alberto volvieron a derrochar soniquete, Joselito y Soraya se marcaron una pataíta que nos dejó muy buen sabor de boca.
La fiesta continuó, como siempre, en el local de la peña, con excelentes viandas aportadas por los socios y animada conversación. La próxima cita, el próximo 30 de noviembre, será la presentación del libro Pepa Vargas. Memoria de una mujer flamenca, de Rafael Cáceres Feria y Fernando C. Ruiz Morales.
Ángeles Cruzado Rodríguez
Vocal de Comunicación de la Peña
Como siempre, me lo pierdo.
ResponderEliminarDe qué forma se puede llegar a vuestra peña con transporte público?
En el metro. Tiene una parada justo en la Pablo de Olavide. Saludos.
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