En el edificio El Entramado, donde tenemos la Peña, se realizó la presentación de la segunda edición, revisada y ampliada, del libro Voz de canela. Bosquejo biográfico del Bizco Amate (publicado por la Universidad de Sevilla) a cargo de su autor, Antonio Ortega.
El número de asistentes fue bajo, once personas. Recuerdo que otra vez que presentamos un libro también acudió poca gente. Parece que los flamencos no leen. O quizás quienes leen no son flamencos. Lo que está claro es que existe un viejo desfase que va siendo hora de combatir: la mala juntiña de lectura con flamenco, de flamenco con lectura. Ni los flamencos van a perder nada si leen (al revés), ni los “intelectuales” van a serlo menos si se acercan al flamenco (al revés también).
Aunque, como tenemos claro: lo importante es la calidad, no la cantidad. Y calidad hubo para dar y regalar. En la presentación del acto, que hizo la periodista Ana Somoza, en la explicación sobre el libro por parte de Antonio Ortega, y en la gente que asistió, con enorme interés.
Antonio nos habló de la génesis de Voz de canela, de su interés por ese flamenco olvidado y pobre, de cómo lo hizo, de algunas de las aportaciones principales de esta obra, y de ciertas novedades incorporadas a la misma. Nos habló también de su propia infancia, de ese abuelo que le contaba historias de flamencos, de su estancia en el barrio del Cerro del Águila, de las dificultades y de los logros en la realización del trabajo. Con gran sencillez y cercanía, con encanto, con las palabras justas, y además con audiciones absolutamente ilustrativas en las voces de Pepe Aznalcóllar, El Chozas, Juan el Camas, Camarón o Chocolate.
Antonio Ortega es investigador del flamenco, periodista, escritor, poeta. La sensibilidad, la intuición, el estudio a fondo, el rigor en el mismo, la pasión por el trabajo, el conocimiento profundo y erudito del flamenco y las grandes dotes comunicativas de Antonio se hicieron patentes en su exposición. Esta fue muy amena y desde luego muy enriquecedora.
Para cerrar el acto, contamos con el cante del Niño Canito, a quien acompañó la espléndida guitarra de nuestro amigo Kaveh Nassehi. Por malagueñas, granaínas, tangos y, por supuesto, por fandangos del Pichichi inspirados en los que hacía el Bizco Amate (o que son los del Bizco, no me voy a meter en eso). Una voz larga, sentida, potente, intensa, unos estilos bellísimos (además, no es usual hoy que se hagan granaínas), una guitarra con prodigiosa musicalidad, y un remate que homenajeaba al original personaje que centraba la actividad, el Bizco Amate.
Luego, el ratito distendido, enriquecido (en sentido literal) con cositas para picar que trajeron Manolo y Rocío (¡y que nos vinieron genial, gracias especiales a ambos!). En torno a la mesa, estuvimos charlando, junto a nuestros invitados Antonio, Ana y Tomás (el Niño Canito); podéis imaginaros que, sobre todo, de flamenco. Fue una delicia escuchar las conversaciones, lo que es lógico, pues estaban también, junto a nuestros invitados, más gente con conocimiento y con experiencia: José Manuel, Manolo, Paco, Ángeles,… Momentos para aprender, y con un ambiente ideal.
Entre los temas que salieron quiero destacar uno que está algo fuera de las cuestiones principales que se trataron, y en el que no participamos todos (no olvidemos que esto es una croniquilla “subjetiva”): ¿por qué a los jóvenes no les interesa el flamenco? Lo planteó Rocío a la vista de que no había jóvenes entre los asistentes. La pregunta tiene mandanga, casi diría que es dramática. Tanto ella como Ana plantearon sus hipótesis. Pero ahí queda la pregunta.
Muchas gracias a la gente que asistió y que, lo digo a boca llena, se alegraron una enormidad de haber estado allí. También a quienes colaboraron haciendo posible este acto irrepetible y alumbrador: los dos Manolo, Paco, José Manuel, Rocío. Un saludo cariñoso para Maite, que quiso pero no pudo ir y que por tanto se lo perdió. Y gracias especiales a Kaveh, al Niño Canito, a Ana Somoza y, cómo no, a Antonio Ortega, que es un nuevo amigo de los que, aunque nunca antes habías hablado con él, parece que lo conoces de toda la vida, tal es su valiosa humanidad.
Debo decir por último que el libro, que todos los presentes nos llevamos con la amable dedicatoria del autor, es una delicia por lo bien escrito que está, y una obra necesaria por lo que en ella rescata, por lo que significa, por lo que aporta en vivencias (queridos flamencos, ¡los libros también aportan vivencias!), en conocimiento y en transmisión de esa pasión.
La próxima, a Jerez.
Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña
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