ACTIVIDAD DEL 21 DE ABRIL DE 2017
Torombo.
En el Paraninfo de la Universidad Pablo de Olavide. Para 300 alumnos/as. Sesión
de Enseñanzas Prácticas y de Desarrollo. El tema, la segunda parte del ciclo
“¿Qué puede aportar el flamenco a la Educación Social y el Trabajo Social?”. La
primera fue la extraordinaria sesión con Joaquín Martín, de la que ya
informamos. Dentro de la asignatura Cultura en Andalucía como Contexto para el Trabajo
Social, que coordina el profesor Agustín Coca. La Peña, como inspiradora y
vehículo. Además, Torombo es socio, como lo es Agustín. Viene cargado de cosas,
también tecnológicas: equipo de sonido, ordenador, Tablet,… Empieza a montar
todo. El técnico de sonido de la Universidad le insta a pasar todo a un pen
para usar las tecnologías del Paraninfo, en vez de las que ha traído. Deja todo
listo para ello, mientras el pen va cargando los archivos necesarios, y se
despide puesto que tiene que atender más cosas en la Universidad (no es
responsable de lo que cuento, puesto que es el único técnico que había y
lamentablemente no tiene el don de la ubicuidad). Faltan cinco minutos para
empezar. La gente, fuera, esperando. El pen termina de cargar por fin. Pero resulta
que, al abrirlo, no ha cargado nada. Para el equipo que él ha traído hace falta
un cable. Solo un cable, que conecte no sé qué con no sé qué (servidor no sabe
de eso). Pero ya es demasiado tarde. El acto se tiene que suspender. Ha fallado
la tecnología. Torombo y su gente recogen todo el aparataje que habían
desplegado. Todos estamos consternados. Sin embargo, es un palo defraudar las
expectativas de tanta gente que espera fuera, deseando entrar. Finalmente, se
hará. Sin tecnologías e improvisado. A palo seco. Lo primero es la
responsabilidad y el compromiso con ese alumnado. Hay que mirarse a los ojos,
sin mediaciones tecnológicas. Y así empezó todo, con “mirarse a los ojos”.
Lo
decían los alumnos/as cuando terminó la sesión: “esto no se puede describir con
palabras”. Lo que salió de ese Torombo, de su voz, de su cuerpo, su alma, no lo
voy a contar. La gente llorando, riendo, elevándose. Lo decían los alumnos/as
cuando terminó: “la mejor sesión de toda la carrera”; “la mejor ‘charla’ a la
que he asistido en mi vida”; “hemos aprendido más que en doscientas clases”;
“por favor, hacedlo más veces”; “salimos reforzados como futuros trabajadores
sociales”; “no sabíamos hasta qué punto el flamenco puede servir para la
educación social”; “una lección para la vida y para nuestra profesión”. Eso y
mucho más decían. No voy a contar lo que hizo, lo que dijo, lo que mostró,
Torombo. Es simplemente para haber estado allí, y aseguro que toda persona que
estuvo sacó riqueza que le va a durar toda su vida y que nunca va a borrar de
su memoria.
Al
final, me alegré de que hubiera fallado la tecnología. Pese al mal trago
inicial. Es el tercer curso consecutivo que organizamos este ciclo sobre qué
puede aportar el flamenco al Trabajo Social y la Educación Social. Cuando lo
hicimos por primera vez, hace dos cursos, no teníamos pretensión de
continuidad, pero el propio alumnado nos insistió en que continuara. Esta vez,
tras los problemas surgidos tanto en la sesión con Joaquín Martín, como en
esta, servidor tenía claro que iba a ser la última. Pero es que están dejando
una huella muy especial en el alumnado, que descubre muchas cosas y se
fortalece. ¿Cómo privarles de esta oportunidad?
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