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domingo, 28 de enero de 2018

La Susi en el ciclo "Las mujeres como transmisoras del flamenco"

La cosa no empezó bien. La segunda del III Ciclo de "Las mujeres como transmisoras del flamenco" era una ilusión: Remedios Amaya. Pero el día 23 por la noche nos indican que, por problemas de salud, no sería posible. Había dos opciones: el aplazamiento con sólo un día de plazo, o buscar rápidamente a otra cantaora que hubiera sido estrella en tablaos y festivales, de envergadura, adorada por Camarón o por Paco de Lucía… Estaba cantado: La Susi, en quien ya habíamos pensado más de una vez.

Gracias a las gestiones de nuestra amiga, la cantaora Maite Olivares, La Susi dijo sí.




Fue en salón de actos del Centro Andaluz de Biotecnología del Desarrollo; un nombre poco flamenco, sí, pero el salón es una delicia y propicio para el flamenco. Estaba lleno. Se abrió el acto con la entrevista, conducida por la periodista Ángeles Cruzado y el antropólogo Rafael Cáceres. En ella, la cantaora se reivindicó como cantaora completa. Ante su fama de cantaora festera, fue contundente: “Yo canto todos los palos. La gente no se ha preocupado de escucharme, pero eso no es un problema mío, sino de la gente”. Nos habló de sus inicios, de los tablaos de los años sesenta y setenta como la “época dorada del flamenco”, del corazón y la voz, de sus discos. Con enorme simpatía, con la que hizo reír a los asistentes más de una vez.




Luego fue la actuación, ante un público con una disposición casi religiosa a escuchar, como suele ocurrir en esta Peña. Cantó, con la guitarra de Manuel de la Luz, por vidalita, con su voz rozada tan peculiar, con sentimiento. Luego hizo, acompañada por su hija Mercedes y Ezequiel Montoya a las palmas y jaleos, una ronda por bulerías diversas, incluyendo un cuplé y la memoria de la Perla de Cádiz, y se marcó sus bailes. Y luego… nada más. Una pena que no hiciera un par de cantes más, por ejemplo por soleares y por tarantos, para demostrarnos la mencionada reivindicación. El día era nublado y lluvioso.






Unas palabras aparte merece el guitarrista. También se prodigó poco, pero toca como los ángeles: sorprendente, con gusto, con matices. Manuel de la Luz es un grandísimo guitarrista, a quien servidor no había tenido el placer de escuchar antes.





Luego tuvimos la fiestecita de rigor, alumbrada por las viandas que la gente trajo con generosidad. Corrillos de gente charlando animadamente, pero esta vez no tomamos el patio, hacía frío. En este rato, de alguna forma, compensamos el desconsuelo de la breve actuación; no porque hubiera quien se animara a cantar, sino por las ganas de cháchara de todo el mundo. La Susi, Mercedes y Ezequiel estuvieron con nosotros un buen rato. Entre los asistentes, que no cabíamos en el salón del edificio El Entramado donde tenemos la Peña, había gente de las peñas de Tomares y de Coria del Río, afabilísimos; también algún amigo de Castilblanco, y parte de nuestra gente de Utrera, de Alcalá… Entre otras personas, nos honró con su presencia el periodista, escritor y poeta experto en flamenco Antonio Ortega, que venía de unas Jornadas del Instituto Europeo Gitano para las Artes y la Cultura.






Agradecer de forma especial, entre los socios/as de la Peña, a Maite Olivares, Manolo, Paco, José Manuel, Kaveh, Salvador, Manuel García y Dani, que hicieron posible esto por su labor en la infraestructura, y a Ángeles y Rafael por la entrevista. Por supuesto, también a las instituciones que están ahí apoyando: el Vicerrectorado de Cultura y Compromiso Social, el Instituto Andaluz del Flamenco, y el Centro Andaluz de Biotecnología del Desarrollo. Y cómo no, a toda la gente que asistió, encantadora siempre, y que da fundamento a la actividad.

La próxima va a ser potente: desde Morón, David el Galli.

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