viernes, 13 de abril de 2018

Actuación de la Peña en Capitanía General

Suele ocurrir que lo que mal empieza, mal acaba. Y esto empezó mal: los artistas que iban a actuar por parte de la Peña, salvo la bailaora, no pudieron hacerlo, por diversas circunstancias, y faltaban dos días para presentarnos allí. Teníamos el compromiso de una actuación organizada por la Peña en Capitanía. No podíamos fallar, por el buen nombre de la Peña: ni en Capitanía, ni en el más humilde colegio, ni donde fuera. Los compromisos hay que cumplirlos y, además, en nuestro caso, tiene que ser con un sello especial que convierta el acto que sea en memorable; y sé que abuso de esta palabra, pero quiero que la sigamos llevando por bandera en cada evento que organizamos o en el que nos implicamos. 





Corriendo, y gracias a las gestiones de Kaveh Nassehi (este gran guitarrista era una de las ausencias involuntarias), pudimos recomponer el cuadro, nunca mejor dicho. Al final, casi de un día para otro, pudimos contar con al guitarrista Alberto López y el cantaor Juan Villar hijo, que acompañarían a la bailaora Carmen Young.





Este acto nos fue solicitado por el Vicerrectorado de Relaciones Institucionales de la Universidad Pablo de Olavide, como parte de la colaboración cultural que este Vicerrectorado mantiene con la Cátedra del General Castaños, con sede en Capitanía. Como el nombre y el lugar indican, estamos en territorio militar. Servidor ni siquiera hizo la mili en su día, así que reconozco que iba con cierta reticencia. Bueno, reticencia relativa: tuve un abuelo militar al que no conoció ni mi padre, pues falleció cuando él tenía solo dos o tres años, allá por 1934. Y, sobre todo, conozco a un par de militares, que considero amigos, y que son para quitarse el sombrero. Además, miro a las personas como personas y no como gente que juega un rol. Una cosa, por cierto, muy de la cultura andaluza. Así que, lo dicho: reticencias relativas, que fueron más relativas aún cuando tuve el gusto de conocer al primer anfitrión, el Coronel Galián, Secretario de la mencionada Cátedra, exquisito en el trato, afable, entregado al tema que allí me condujo, cordialísimo. 



Pero vamos al grano. El precioso salón estaba lleno a rebosar, y eso que el día no acompañaba. El acto, que presentó el Coronel Galián, se abrió con una pequeña charla de servidor, bajo el tema “El Flamenco, más vivo que nunca”. Téngase en cuenta que somos una Peña vinculada a la Universidad, y es importante que ese sello lo llevemos siempre. Expuse a los presentes cómo el flamenco, desde sus inicios, ha estado sometido a augurios sobre su próxima desaparición, a manipulaciones ideológicas desde la época romántica hasta la actualidad, incluso a ataques directos, y siempre ha mostrado una enorme capacidad de resiliencia. Por tanto, y de eso se trataba en lo artístico de lo que íbamos a ser testigos, queríamos celebrar esa capacidad, que hace que el flamenco, pese a todo, esté vivo y bien vivo. Mi sensación es que la exposición realizada interesó mucho al público asistente.



Luego vino lo bueno. Abrió Alberto López con un solo de guitarra por tarantas, que ya preparó al auditorio para la magia, envolviendo la sala de un misterio sobrecogedor, de cadencias que emergían de las entrañas de la tierra, y en las que la propia sala parecía participar. Hizo después Juan Villar una toná que enlazó con seguiriyas, para el baile de Carmen Young. Riqueza cautivadora. Sorpresa mayúscula, para un auditorio que sabía, por la presentación, que Carmen es mexicana. Porque será de donde sea, pero es flamenca sin cortapisas. Y, sí, con técnica, pero baila natural. El público así lo captó. 




A continuación, Juan hizo unos tientos, que remató por tangos. Sabrosos, sentidos, salerosos, con una voz curtida y sentida de verdad. Volvió Carmen a escena para bailar por alegrías, con bata de cola, con la que trazó dibujos de hermosura y precisión inusitadas. Si antes cautivó, ahora el bellísimo teatro era el cielo. Terminaron por bulerías, en las que el saber de Juan y la gracia de los tres, para despedirse, pusieron la guinda a una velada inolvidable. 



En definitiva: Carmen nos regaló en su baile estampas sublimes y elegantes, una combinación de delicadeza y de fuerza, unos juegos de pies como pocos. Mexicana de Triana. Juan, clásico, enjundioso, con dominio preciso del compás y de la escena toda. Y Alberto, sencillamente, fue un prodigio de musicalidad. 


Terminada la actuación, los responsables de la Cátedra del General Castaño nos hicieron entrega de un regalo como recuerdo. Y desde luego, lo vamos a recordar. Tuve la suerte de hablar con muchos de los asistentes, y todas las voces eran de admiración sincera ante el derroche de arte flamenco que acababan de vivir. Me consta que hay algún asistente llegado solo por curiosidad, sin una inclinación señalada hacia el flamenco, pero que desde ese día le va a prestar una atención especial. Eso, a mí, me llena de satisfacción y de emoción. 


Quiero agradecer la presencia de varios socios y socias de la Peña. También las gestiones de Kaveh, pues gracias a él esto sucedió, dejando bien alto el nombre de la Peña. Igualmente, la preciosa amabilidad de los responsables de la Cátedra, que supieron hacer, con elegancia y con calor, que tanto los artistas como servidor nos sintiéramos a gusto, lo que constituye desde luego todo un arte. Ole por ellos. 


Pude ver, además, cómo esta institución es realmente un referente en la vida cultural sevillana. Así que, de corazón, los quiero felicitar desde aquí. Como a la Vicerrectora de Relaciones Institucionales, Pilar Rodríguez, responsable también de que estuviéramos allí, pues fue quien nos hizo la propuesta. Y cómo no: agradecimientos y felicitaciones a Carmen, Juan y Alberto, porque han sembrado, y vaya. Fui testigo de ello y lo vi también en el público que asistió, un público que estuvo de diez, en calidad y en cantidad. 


Esta vez no se cumplió el dicho. Porque la cosa empezó mal, al tener que cambiar artistas y programa con mucha premura, pero terminó de tal forma que, en realidad, no terminó, porque abrió puertas, afectos, caminos, expectativas. Lo digo otra vez: en todos los sentidos, memorable.
 Fernando C. Ruiz Morales
Presidente de la Peña

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